El derribo de cuatro globos “espías” chinos en territorio de los EE. UU. es un reflejo de la compleja relación que este país mantiene con China, la cual se ha exacerbado en los últimos años, desde que Trump impuso nuevos aranceles a los productos chinos en el 2018. Después de la muerte de Mao, las reformas introducidas en los años ochenta por su sucesor, Deng Xiaoping, llevaron al desarrollo de la industria ligera y a la política de promoción de exportaciones. Los ingresos generados por esta industria fueron reinvertidos en una industria cada vez más avanzada tecnológicamente y con mayor inversión de capital. Este crecimiento fue consistente con las necesidades de los EE. UU. de superar la estanflación que caracterizaba a su economía. De esta manera, las compañías americanas pudieron redirigir su producción industrial a China, reduciendo los costos, aumentando sus ganancias y, a la vez, controlando los precios de los productos finales, mejorando así las condiciones de vida del consumidor de los EE. UU. Este pacto funcionó bien mientras era conveniente para ambos lados.

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El rápido desarrollo tecnológico e industrial le ha permitido a China producir bienes de alto valor agregado y además ha llevado al desarrollo de una creciente clase media. Estos cambios han representado oportunidades para la expansión de las compañías multinacionales. El problema es que la alta tasa de ahorros y el consiguiente consumo limitado de la población china limitan el crecimiento del mercado interno. Adicionalmente, China quiere mantener los beneficios comerciales de un país en desarrollo dentro de la Organización Mundial de Comercio. Por esto, la política proteccionista comercial de los EE. UU. hace percibirlo como su principal obstáculo para su crecimiento económico.

(...) una relación conflictiva entre dos países requiere que cada lado reconozca y asuma su responsabilidad en el conflicto...

Por otro lado, el alto desarrollo de los EE. UU. se ha debido a la gran demanda interna, explicada en parte por una tasa baja de ahorro público y privado, pero también este bajo nivel de ahorro limita su crecimiento en el largo plazo. Adicionalmente, existe el temor de que el desarrollo industrial de alta tecnología en China conduzca a una pérdida de trabajos y a la reducción de los salarios en el país.

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Como sucede a nivel interpersonal, la solución para una relación conflictiva entre dos países requiere que cada lado reconozca y asuma su responsabilidad en el conflicto en lugar de culpar al otro. Dado que ambos países se necesitan por su gran intercambio comercial, la pregunta es si China podría desarrollar un mercado de consumo interno con alta demanda. Adicionalmente, China puede seguir desarrollándose en sectores competitivos si reforma las empresas estatales altamente endeudadas y crea las condiciones financieras adecuadas, como sería un mercado financiero abierto, sin control del tipo de cambio. De igual manera, el país norteamericano requiere implementar reformas que aumenten el ahorro que pueda ser invertido en las industrias innovadoras y de alta tecnología. La resolución de estos conflictos debe ir junto con el cambio de percepción internacional de competidores agresivos al reconocimiento del beneficio de la colaboración que propicie el desarrollo económico global. (O)