El Consejo Nacional Electoral (CNE) es culpable del embrollo actual por su impericia para dirigir el proceso con transparencia; también los partidos políticos, que han debilitado muchas instituciones con su injerencia. Las elecciones pasadas medían el juicio ciudadano entre promesas populistas de izquierda y derecha, el pánico al “cuco” retornando, el “demonio” neoliberal al acecho; la ilusión de la vacuna prometida, el bono milagroso. El temor al COVID-19 no impidió el civismo, empañado por la difusión apresurada de las cifras del conteo rápido por el reñido segundo lugar en la elección presidencial.
El pueblo confió en Andrés Arauz de UNES con un 32,7 %, comisionado a recuperar la “esperanza robada” y un criticado estilo de gobierno; en Guillermo Lasso del CREO-PSC, visto como “paladín” neoliberal que quita el sueño a muchos; y en Yaku Pérez, de Pachakutik, ungido como único capaz de derrotar al correísmo, quien denuncia “fraude” electoral. Los 19 % de Lasso y Yaku con sus polémicas décimas y centésimas son un nudo gordiano para el CNE, vierten más dudas sobre la institución y ponen en riesgo la paz nacional. Los ecuatorianos exigen claridad en los resultados.
Las acusaciones caldean ánimos entre quienes confían que Yaku, de una izquierda ecologista-humanista, arrebate el primer lugar a Arauz, y los que apuestan a la experiencia del Lasso empresario para lo mismo y atraer inversión y “salvavidas” financieros. Yaku enciende las acusaciones, resalta lo étnico-reivindicativo, el sentimiento regional, exhorta a defender sus votos en la calle, enerva a un Lasso a veces conciliador, otras ambiguo en el acuerdo para el recuento de votos. Ambos quieren vencer al ganador de la primera vuelta, pero actúan labrando su propia derrota. Necesitan de todos sus votos en disputa y quizás de muchos más para superar a un empinado Arauz, que desmiente un supuesto aporte ilegal a su campaña. Este escenario macondiano cubre de suspenso e incertidumbre al balotaje.
El país está ansioso por conocer quien terminará siendo el adversario definitivo del 11 de abril y al nuevo huésped de Carondelet a partir del 24 de mayo. Este tendrá desafíos enormes, como asegurar la vacunación de la población; generar condiciones para la reactivación económica y el empleo; combatir las iniquidades; recuperar la institucionalidad; fortalecer lo educativo, la seguridad social y pública; garantizar las libertades ciudadanas, la tolerancia, etcétera. Esto se logrará solamente con un acuerdo nacional que permita gobernabilidad. Quien se aferre a su posición ideológica dirigirá un terreno minado. También se debe escuchar a quienes adhieren a otros liderazgos, como el 16 % de Xavier Hervas con las redes sociales de tarima y mileniales y centeniales de auditorio.
Gane quien gane, la democracia debe ser la vencedora para legitimar el proceso. Los titubeos del CNE lo tienen entre la sospecha, la ilegalidad y la justicia, las palabras fraude y transparencia resuenan tal cuatro años atrás. Le urge una cirugía profunda, extirpar de su seno lo político partidista y fortalecer lo técnico para asegurar eficacia, profesionalismo y transparencia en futuros procesos. (O)