Por Steven Espinoza O.

Nos hemos acostumbrado, tristemente, a señalar de nuestras desgracias al sistema y al Estado, y ojo, aclaro, no digo que estén bien y que la violencia estructural del Estado no exista, pero debemos ser consientes de que si queremos que el sistema funcione, debe haber un trabajo de ‘doble vía’.

Nos hemos aletargado en criticar desde nuestras trincheras virtuales, desatando todo nuestro odio en redes como Twitter, nuestros “pensamientos críticos” en Facebook y nuestros ideales de vida perfecta en Instagram, pero no necesariamente representan nuestro verdadero comportamiento social, nuestra empatía con los demás, tal vez ni siquiera sea nuestra realidad.

Y precisamente, es aquí donde con solo darnos una vuelta por estas redes sociales vemos la amargura de las personas cuando nos hablan de una cuarentena total, nos quejamos de que pueden quebrar los negocios, de que no soportaríamos económicamente un nuevo encierro, que: o morimos de COVID-19 o morimos de hambre, que nuestra suerte baila entre un dólar y el féretro.

Tal vez debemos parar un instante nuestro ajetreado caminar en medio de una pandemia mortal y regresar a ver las cifras, que no son cifras, sino seres humanos, que dejaron de contar su historia, son padres que dejaron a sus hijos solos, parejas que ya no tienen con quien compartir su cama, todo por culpa de… ¿el Estado?, ¿presidente?, ¿Comité de Operaciones de Emergencia, COE?; me parece que la culpa no es totalmente de ellos, nuestras propias decisiones nos dejan marcado el camino por el que debemos transitar, claro, eso en épocas comunes, pero hoy por hoy nuestras decisiones arrojan la moneda al aire de toda una colectividad, las decisiones de aquel que amaneció con fiebre, pero igual salió a comprar el pan, lanzó los dados de la suerte, del dueño de la panadería, y del vecino que también salió a buscar el pan.

Mientras existan fiestas clandestinas, reuniones familiares en las que no uso mascarilla por una absurda sensación de inmortalidad, el clásico fútbol nocturno que termina en consumo de cerveza en la misma botella, es decir, mientras exista irresponsabilidad e indisciplina social, no podemos atrevernos a señalar con el dedo las decisiones duras que se deben tomar.

Los viejos sabios solían decir, “no mires la paja en el ojo ajeno cuando tienes una viga en el tuyo”.

Hoy estamos peor que ayer, mientras usted lee esto, estadísticamente siete personas por segundo, en el mundo, perdieron su batalla contra el virus, y creo que a este punto, a todos nosotros, la muerte se nos ha llevado a alguien querido, o por lo menos conocido; todos la hemos visto danzar frenéticamente con nosotros, mientras brindamos a su salud, en una fiesta a la que asistimos creyéndonos seres inmortales, porque a nosotros ese “bicho” no nos da, porque a nosotros ya nos dio y no fue tan fuerte, y no nos puede volver a dar, tentando a la muerte a un desafío, en el que ella tiene la ventaja, pero que somos lo suficientemente narcisistas o covidiotas (nueva palabra incluida en el Diccionario de la Real Academia Española). (O)