Lo ocurrido recientemente en las elecciones de Argentina y Bolivia, y en abril anterior en el Ecuador, refleja cómo los políticos populistas, defensores del fracasado socialismo del siglo 21, han sido derrotados en las urnas de manera aplastante aunque unos se resisten a reconocer esta realidad con argumentos inverosímiles y teorías del delirio por el poder.
Igual sucedió el año anterior en Venezuela, en donde Edmundo González Urrutia ganó con el doble de votos, según las actas y sufragios oficiales que el organismo electoral nunca quiso enseñar pese a las evidencias contundentes avaladas por organismos internacionales.
Así se perpetúa el dictador y usurpador del poder de la fracasada revolución bolivariana, que ha empobrecido a su pueblo, ha conculcado los DDHH y las libertades individuales y por ello en el concierto mundial se ha reconocido a la heroína Maria Corina Machado, lideresa de la oposición venezolana, con el Premio Nobel de La Paz.
En Bolivia el populismo demagógico del Movimiento al Socialismo (MAS) perdió estrepitosamente luego de dos décadas de haber gobernado y liquidado a la economía interna, en medio de un desastre, sin divisas del dólar, sin combustibles ni poder importarlos por falta de recursos y encarecidos los precios de los productos de primera necesidad. Un fracaso total.
En Argentina el populismo de la ex presidenta corrupta, condenada por la justicia por las irregularidades cometidas durante su administración, fue derrotado en las últimas elecciones legislativas, como una muestra más de rechazo a esta tendencia política, que mantiene seguidores enceguecidos que no quieren ver ni entender la realidad, igual que en otras naciones de la región.
En Colombia subsiste un presidente populista desequilibrado, que ofreció el logro de una paz total pero que ha sido un total fracaso, que reconoce a la dictadura de Venezuela, que se ha peleado con el gobierno de los EE. UU., que ha ayudado a ese país por décadas en el combate al narcotráfico, mientras su administración ha facilitado el crecimiento del cultivo de la coca.
En Ecuador no ha quedado otra alternativa que la propuesta de aprobación de la convocatoria a una asamblea constituyente, con todos los riesgos e incertidumbres que se generan, para cambiar la nefasta Constitución de Montecristi, que constituye un serio obstáculo para el desarrollo y el funcionamiento del país.
Esto le tiene atrapado y bloqueado a la nación, como la distorsión que implica la aplicación de la justicia indígena, que se utiliza para todo en sus territorios pero cuando necesitan de amnistía acuden a la Asamblea y a la justicia ordinaria. Incluso la vigencia de un Estado unitario con el reconocimiento de la plurinacionalidad (varias nacionalidades) que reconoce esta Constitución, que resulta una contradicción, pero qué importa, todo vale en medio del caos. Otra cosa significa el reconocimiento de la pluriculturalidad (varias culturas).
Esto ha dado paso a la confrontación y la contradicción en medio de la gravedad de vivir en un conflicto armado interno y la guerra contra los grupos delincuenciales organizados transnacionales, el narcotráfico, la minería ilegal y la narco política, aliados para causar daños a la Nación y la amenaza de tomarse el poder por cualquier vía. La Constitución de Montecristi ha sido un desastre. (O)










