Difícilmente no habrá, en 2026, una nueva asamblea constituyente. Las condiciones, desde mi punto de vista, están dadas para que así sea y creo que desde ahora debemos empezar a preocuparnos por quienes irán a ella, quienes asesorarán a aquellos que sean elegidos y cómo sacar lo mejor de todos los mundos para que aquel documento, glorificado y denostado a la vez, sirva para destrabar al país y no para cumplir adoctrinamientos de una u otra tendencia política y maniatar a los adversarios.
Si veo difícil que no ocurra es porque el retiro del subsidio al diésel, que sin duda está tocando los bolsillos de las mayorías, parece ya haber sido asimilado, porque un mensaje materializado en el entorno puede ser efectivo: “Servía para beneficiar a las mafias, narcotráfico, minería ilegal y contrabandistas que aprovechaban los precios que se pagan en Colombia y Perú”.
Si tomamos esa aceptación como una señal de hastío de la ciudadanía, ese hastío se generaliza por el marco delictivo-judicial que vivimos y que se endilga a Montecristi 2008, Constitución vigente a la que le está cayendo paradójicamente algo que bien podría llamarse “síndrome feriado bancario”: todo es su culpa. Muchos caerán en la tentación del cambio profundo.
Si los mensajes son los adecuados, las señales las correctas y en la batalla contra los opositores se logra al menos el empate, la posibilidad de que el 16 de noviembre venidero se apruebe ir a asamblea constituyente es alta. Pero en este país de las maravillas todo es posible, por lo que no deja de ser potente el mensaje de quienes no quieren que se cambie la Constitución y apuntan contra el Gobierno para caer en la dinámica electoral de aprobación o no a Daniel Noboa, antes que de los temas planteados. Ya ha ocurrido y oportunidades interesantes se han quedado en la papeleta por “castigo” a quien las consulta.
Más que la posibilidad muy alta de ir a una constituyente, me preocupan los constituyentes, que serán 80 de acuerdo a lo aceptado por la Corte Constitucional. También el método de elección.
Ya no voy a insistir con mi criterio de que debería ser mixta, entre electos e ilustres designados, porque la Constitución vigente exacerba el concepto de discriminación. Tampoco estoy de acuerdo en que se los elija por lista, y de paso con opción de un solo representante para algunas provincias. Así, inevitablemente los movimientos políticos buscarán personajes hiperconocidos, de pantalla, chistes, TikTok, deportes, a quienes no niego su derecho a estar, aunque me reservo las dudas de cuanto puedan aportar si son electos no más allá de abril de 2026. “No hay tiempo para hacer conocido a un candidato”, gritan los reyes del marketing político.
Pero lo que más me angustia de este nuevo intento constitucional es el “cuarto de al lado”, aquel muy activo y poderoso en Montecristi, que retocaba hasta con alta cirugía lo que se había discutido en el pleno, y lo devolvía para que la mayoría alzase la mano. A ese, de los asesores jurídicos, es al que hay que poner todos los reflectores. Que no sirvan para hacer realidades los sueños trasnochados y los intereses desmedidos de algunos. (O)