El giro que experimentó el Ecuador con la llegada al poder de Guillermo Lasso, más allá de ser un triunfo de la democracia y de quienes por más de una década luchamos contra el autoritarismo, tiene una connotación regional muy especial. Me refiero al entorno geopolítico de Sudamérica hoy. Porque mientras el riesgo país ecuatoriano ha caído a cifras históricas y la expectativa crece en todo el mundo sobre las condiciones favorables para la inversión privada que puede generar el nuevo gobierno en Ecuador, en el resto de la región el panorama es agobiante, por decirlo de una manera prudente.

Me refiero a Chile, otrora centro de las grandes inversiones y bastión de la seguridad jurídica, que vive un proceso constituyente, liderado por la extrema izquierda que no tiene el menor empacho en apuntar hacia la destrucción de todo lo que para ellos “está mal”: las privatizaciones, la empresa privada, los fondos previsionales, con un gobierno que se mantiene vivo por default y al que le tocó cargar con todos los pecados de la Concertación de izquierda.

Me refiero a Perú, ad portas de un nuevo gobierno liderado por quien se ha manifestado abiertamente admirador del modelo chavista venezolano, que desde antes de la elección ha ahuyentado capitales que en estampida han fugado y que a los ojos de los grandes inversores del mundo está perdiendo atracción cada día ante la atónita mirada de una sociedad que, sin querer juzgarla, no ha sabido solucionar los ancestrales problemas de las grandes mayorías.

Me refiero a Colombia, aún viviendo los estragos del fallido acuerdo de paz del expresidente Santos y la amenaza de un próximo gobierno de Izquierda (como si la pesadilla vivida por más de medio siglo no fuese suficiente), lo que evidentemente desestimula la inversión y estabilidad de futuros negocios en el hermano vecino del norte.

Me refiero a la Argentina colapsada, entre corrupción, ineptitud rampante y cinismo del gobierno que cada día hunde más a la que hace un siglo fuera una de las principales economías del mundo. De Venezuela y Bolivia, huelga cualquier comentario, por evidente. Y Brasil, que es un continente aparte, con buenos o malos gobiernos, siempre será Brasil.

Entonces, desde 1600 Pennsylvania Avenue NW, Washington D. C, cuando se mira al sur hay una luz que brilla con fuerza propia en medio de una oscuridad rojiza que se esparce por toda la región: Ecuador.

Entonces, por la connotación económica y geopolítica que tiene la región para EE. UU. y, a través de este, para las grandes multinacionales, ONG y multilaterales, que vibran según las ondas que emite la Casa Blanca y sus alrededores, es fundamental que el actual gobierno capitalice esta inédita e inmejorable situación que hemos intentado esbozar en esta columna, para atraer los recursos, la inversión, asistencia y protección que tanto necesitamos, y para ello, es indispensable desplegar un equipo profesional de lobbying del más alto nivel, experimentado y ambientado a los corredores del poder político y económico de la capital estadounidense. No dejemos pasar la oportunidad. Es ahora o nunca… (O)