Sé que todos los periódicos, los medios y las redes sociales cubrieron a saciedad la visita del secretario de Estado estadounidense Marco Rubio a Ecuador y México. Pero tomando una distancia saludable –no solo de la visita– sino de lo que es y lo que pasa en Estados Unidos en este momento, es pertinente hacer una serie de reflexiones.

“Porque te quiero te aporreo”

La primera y más importante: la política exterior latinoamericana no se parece ni de lejos a la que existía hasta hace nueve meses con Biden, donde no había mayor diferencia entre demócratas y republicanos. Ni siquiera se parece a la primera administración Trump cuando –si vamos al menos por las apariencias– Ecuador fue honrado con una visita vicepresidencial (Mike Pence), además de la visita del entonces secretario de Estado. Por cierto, hubo mucho más dinero de por medio porque Estados Unidos estaba interesado en proporcionar un préstamo blando para pagar anticipadamente obligaciones con China. Hoy por hoy, la visita de Marco Rubio a cualquier nación –no se diga a las latinoamericanas– generalmente significa demandas de alineamientos sin mayor zanahoria de por medio. El anuncio de apenas $ 13,7 millones para operaciones contra el narcotráfico así lo confirma, solo si lo comparamos con el hecho de que presupuestos previos para ese mismo tema oscilaban los 50 millones anuales y la Usaid aportaba en promedio 40 a 60 millones de dólares para desarrollo, en los dos casos cifras muy por debajo de las asignaciones conseguidas por países vecinos o naciones comparables como Guatemala o El Salvador a Washington.

Segundo, claro que ahora Ecuador “avanzará” a un tratado de comercio con EE. UU. según anunció la canciller. Es más, me adelanto a pronosticar que seguro firmarán algo en la próxima visita presidencial, pero no será un TLC ni mucho menos, sino los decretos ejecutivos a los que Trump denomina “magníficos tratados” sin ninguna seguridad jurídica o real e inejecutable a la primera volición contraria del presidente Trump o su entorno. Y todo esto pasará precisamente porque Ecuador se arrodilló cuando le pidieron que se siente (los 300 refugiados a cambio de nada, las declaraciones de narcoterrorismo sin considerar la posibilidad de daños colaterales, genuflexiones innecesarias en materia de derecho internacional humanitario como Palestina).

La motosierra y el machete

Ergo, mi última reflexión: cuando un país anticipa todas las concesiones y reservas de su arsenal de negociación, no le queda nada más con qué convencer a futuro. Y me pregunto, ¿es esto ser pragmático o realista en relaciones internacionales o todo lo contrario?, ¿o solo es un caso más de genuflexiones sin grandes oportunidades? Como ya señalé en artículos anteriores, la saludable distancia siempre ha beneficiado más a países pequeños y de renta media frente a la presión de las grandes potencias; y no solo en América Latina. Pero para entenderlo, se necesita querer escuchar y en general el Gobierno ecuatoriano y su inteligencia están demasiado preocupados en parecerse al entorno MAGA o Milei. ¿Van a tercerizar la autonomía relativa de nuestra política exterior como están tercerizando la política de seguridad? Todo parece indicar que así será. (O)