Pertenezco a un grupo de chat en el que con frecuencia se comparten ideas interesantes. Hace unas semanas echaron al ruedo un artículo de un profesor de psiquiatría del King’s College de Londres, cuyo título decía Los humanos no están diseñados para ser felices. Navegando en la web encontré otros trabajos de acreditados catedráticos que sostienen puntos de vista en el mismo sentido. Quizá es un atrevimiento, pero encuentro pobres sus argumentos. Para empezar, no plantean un concepto de felicidad con el cual se pueda establecer si una persona que dice que es feliz o no lo sea en efecto. Así confunden felicidad con alegría, que es un estado pasajero de agitación nerviosa, o con contento, que es la satisfacción circunstancial con eventos transitorios. A los hispanohablantes esta distinción se nos facilita porque disponemos de los verbos ser, para afirmar existencia o calidad, y estar, para describir una situación o modo. Otros idiomas no tienen esta herramienta.

Uno de los textos analizados dice que “no se puede estar feliz todos los días”, si se expresa correctamente esta frase “no se puede estar contento o alegre todos los días”, es verdadera, pero una característica fundamental de la felicidad es ser duradera, previsiblemente duradera, aunque no garantizada ni eterna. No se es feliz si sabemos que esa identificación entre lo proyectado y lo obtenido se acaba mañana. La felicidad permanece a pesar de eventuales tristezas y tragedias. El cerebro no está diseñado para la felicidad, dicen, sino para la supervivencia. Por supuesto, como el de todos los animales, que no son, ni intentan ser felices. La felicidad es una aspiración del espíritu que se proyecta en el tiempo, una dimensión solo perceptible para los seres humanos, los animales viven en un perpetuo presente.

Para sostener que estamos condenados a ser infelices, observan que nuestro cerebro tiende por defecto a ver el lado amenazador de las situaciones. Así es, pero la felicidad es un acto de voluntad, parte de la decisión de serlo, lo que implica superar los sesgos negativos que, en efecto, prevalecen en nuestra mente, cabe decir en el componente animal de nuestro ser. La búsqueda de la felicidad es una característica esencial de la condición humana. Otro argumento, más barato, de estos académicos es que esa búsqueda de la felicidad crea tensiones que conducen precisamente a la desdicha. No es necesariamente así, pero las poderosas maquinarias de la cultura pueden forzar a buscar la felicidad en metas imposibles o equivocarnos para encontrar el paraíso en sucedáneos. Un par de los artículos comentados se esmeran en descalificar a los Padres Fundadores de la declaración de independencia de los Estados Unidos de América, en la que establecen el derecho de todos los seres humanos a “la búsqueda de la felicidad”. Este principio, de clara matriz aristotélica, fue expresado genialmente, la felicidad no es obligatoria, ni gratuita, sino que ha de buscarse dentro del marco irrenunciable de nuestra libertad. Sí, no estamos diseñados para la felicidad, pero debemos diseñarla, diseñarnos para alcanzarla y ser felices en el intento. (O)