¡A diestra y siniestra! Bloqueos de carreteras que impiden la libre circulación de personas. Grupos de manifestantes armados con objetos para dañar las llantas de los vehículos de ciudadanos que intentan circular, porque tienen derecho a hacerlo, y ellos lo impiden con alevosía que desafía y arrasa. Sabotajes a instalaciones públicas y privadas para que luego de la advertencia que amenaza y de la aplicación de la fuerza bruta, sus administradores hagan lo que esos iracundos individuos y grupos quieren, ya sea entregando el dinero exigido o suspendiendo las actividades de sus empresas, negocios o emprendimientos productivos, consiguiendo así afectar aún más la precaria convivencia y llevar a la sociedad ecuatoriana al caos. Secuestros de gente que se opone a su violencia o a miembros de la fuerza pública que asustados intentan detener la ira y el descontrol de masas desaforadas que atacan y destruyen. Amedrentamiento sistemático a todos los que no piensan como ellos. Agresiones que destrozan los bienes públicos que son para el uso de todos. ¡Delitos a granel!

Políticos coludidos para la devastación social e institucional como preámbulo planificado y concertado para el logro de su pretensión mayor que es la toma del poder por vía de la ruptura grosera y absoluta del sistema jurídico. Los unos y los otros, manifestantes y políticos, cuando rompen la legalidad que regula la convivencia ciudadana, actúan como si tuviesen patente de corso –que en realidad la tienen– porque hacen lo que quieren y no pasa nada, pues el imperio de la ley en Ecuador es una entelequia supeditada a oscuros intereses de todo tipo, aupados por pactos inconfesables que la política los asume y protagoniza. La ley y el derecho pisoteados todos los días. Y los ciudadanos íngrimos y abandonados, perplejos, sin saber qué hacer, porque quienes tienen la obligación de protegerlos no lo hacen y no son capaces de hacerlo, dejándolos a merced del vandalismo, el atraco y el desafuero. Indefensos.

Una administración pública débil, en un escenario social definido hasta el momento por el incremento de la beligerancia y la agresión que proviene de quienes se sienten con el derecho de atacar, golpear, extorsionar, insultar y anular el criterio de todos los que no concuerdan con su visión y con sus modos de proceder. Tibia. Condescendiente con el desafuero, permitiendo que una parte de la ciudadanía sea vejada sistemáticamente y violentada en sus derechos y que por eso se siente desprotegida y exige, desesperada, seguridad para sus familias y para sus actividades profesionales y sociales.

Somos una sociedad injusta e inequitativa. Las posibilidades que el sistema otorga a los ciudadanos son inmensamente distintas para unos y otros, para los favorecidos y para los que no lo son. La pobreza y las carencias económicas y de oportunidades de tantos ecuatorianos no pueden mantenerse. Es preciso incorporar a la política el espíritu patriótico comprometido con la superación de las diferencias y de la pobreza en la que tantos hermanos están sumidos, casi fatalmente. El camino para lograrlo es el fortalecimiento del Estado de derecho y no su destrucción. (O)