Ante un título como este, quiero empezar aclarando que aquí no voy a hacer una crítica a personajes vende sueños o cuenteros. La motivación es otra, tiene que ver con dedicar en nosotros algo de ese tiempo que usamos para ver lo que otros hacen y opinar. Tal vez eso es lo que menos tenemos: tiempo y dedicación a nosotros.

Durante la Feria Internacional del Libro de Guayaquil se lanzó el libro independiente Los cuentasueños, de los autores Octavio Córdova (ilustraciones) y Guido González (textos).

En un mundo práctico, rápido, donde todo pasa en 8 segundos, donde el pensamiento crítico se diluye entre un post y otro de cualquier red social, un mundo donde queremos aprender rápido, vivir rápido, dormir poco y ganar mucho, de pronto irrumpen, sin ninguna vergüenza ni aviso, estos cuentasueños con la siguiente sugerencia subversiva: ¿Y si alguien conscientemente te quiere ayudar a través de tus sueños? Desde ahí nace un universo de ficción compuesto de relatos e imágenes que se van sobreponiendo, colándose inevitablemente entre las rendijas de nuestras propias historias.

Un universo de cuentasueños que se harán presentes para despertarnos a través de una revelación. Cito: “Sacudí mis alas para darle vida a mis hijos. Separados en apariencia, pero hechos de la fábrica misma del sueño, nacieron los Cuentasueños como un esfuerzo para alcanzar las mentes de los mortales, para sacudirlos –irónicamente– de su ensoñación. Para que dejen de escuchar las historias que sus egos les cuentan a diario”.

El libro transita por dos vías. La primera, la de las imágenes, ilustraciones cargadas de símbolos que se anclan directamente con la memoria, para dar vida a la presencia de una ausencia. Salvador Dalí hizo algo similar cuando escribió su método paranoico crítico, un método espontáneo de conocimiento irracional basado en la objetividad crítica y sistemática de las asociaciones e interpretaciones de fenómenos delirantes. La diferencia es que para Dalí el objeto de delirio debía aparecer espontáneamente en los sueños, y aquí Octavio Córdova nos trae el sueño a la página, para nosotros reconocer desde ahí nuestro propio delirio, desde el estado consciente, logrando un juego fantástico, claro, si uno está dispuesto a jugarlo.

Por otro lado, viene una segunda inmersión o provocación, que es cuando el relato de Guido le da sentido a la imagen y viceversa. Escondidas entre las tramas de los cuentasueños, se dejan ver las propias pulsiones y conflictos de la condición humana, y está en el lector la posibilidad de transformarse en soñador despierto. Como en el aleph que se descubre en el cuento de Borges (sin, de ninguna manera, establecer una comparación literaria), aquí se interpreta a los sueños como esa narrativa que contiene el ritmo del universo en ellos.

En un mundo de complacencia, donde, como plantea Byung-Chul Han, no se quiere ser vulnerable y se rehúye de todo daño y compromiso con la lesión, nosotros mismos hemos ido poniendo a los sueños en un espacio olvidado, y libros como este nos invitan a repensarnos, a darnos el tiempo para reescribirnos despiertos y volver a soñar. (O)