Neisi y Tamara, campeonas olímpicas ecuatorianas, esperaban en una sala de la Asamblea Nacional. La presidenta las había invitado a una rueda de prensa. Les presentaron un documento que debían avalar con su firma. No sabían de qué se trataba. Tenía que ver con una ley sobre el deporte de la que nada habían hablado. A la cara de perplejidad siguió el levantarse de la mesa y el casi huir por los corredores. Otra foto las muestra en un despacho con la presidenta de la Asamblea, conversando con gestos distantes.

Muchos elementos llaman la atención en ese acto fallido.

Quisiera detenerme en la capacidad de decir NO de esas dos jóvenes mujeres, que no ceden a la presión mediática ni al poder político y mantienen sus convicciones a costa de un posible rechazo. Hay que tener agallas para no aceptar ser parte de un show montado en el que ellas eran las principales actoras que debían avalar con su prestigio, su fama, ¿y su ingenuidad y poca capacidad de discernir?, un documento del que nada se había socializado ni menos aprobado.

¿Manipulación del buen nombre, de la juventud, de la belleza y menosprecio de su inteligencia y su capacidad de aportar y pensar por sí mismas? ¿Las campeonas olímpicas son peonas en el juego del poder, que se pueden utilizar y mover a gusto de quienes creen conocer todos los movimientos del tablero?

Ese NO fue un Sí. Un sí a la dignidad, a la seriedad con que debe abordarse la elaboración de leyes, un Sí a la juventud y su capacidad de pensar, proponer, un sí a los deportistas, su inteligencia y gallardía.

En una Asamblea, sacudida por la corrupción, el mal manejo de fondos públicos, los discursos sin contenidos, la venta de conciencias (dicen que compran conciencias, ¿será? ¿Las conciencias se pueden vender?), ese No tuvo el estruendo de un latigazo. Mejor que un discurso, nos dijo a todos: No aceptamos ser manipuladas, no aceptamos ser parte de un juego de poderes en el cual la sorpresa es utilizada para desorientar y obligarnos a hacer acciones que no hemos pensado, no aceptamos ser arrinconadas frente a la prensa, no aceptamos ser parte de un show mediático. Y dijo también: Queremos leyes en que los deportistas participen en la formulación de contenidos.

Si se hablara en las aulas de ese gesto, como se aplaudieron y festejaron en todo el país sus triunfos, tendríamos un ejemplo concreto de cómo hacer frente a tanta corrupción. Y la educación en valores se afianzaría en hechos visibles, se aprendería a reconocerlos e imitarlos.

Basta un NO.

La corrupción supone un abuso que requiere de una seducción, como forma de convencer. Implica el uso de un poder, de un dominio, es asimétrico, es desproporcionado de parte del que ejerce la corrupción con respecto al corruptible, quien resulta seducido por ese poder y/o dominio. O forzado por temor a las consecuencias personales, laborales, familiares si no se acepta entrar en la maraña de la corrupción. O simplemente por miedo a hacer el ridículo, todos los hacen, todos firman sin tantos miramientos.

Por lo inusual del gesto, por lo que expresa y el simbolismo que lleva dentro, es importante rescatarlo de la parafernalia de hechos lamentables que nos torpedean y ponerlo como estandarte de la dignidad, el bien hacer y el bien ser. (O)