Bahía de Cochinos, imposible que un nombre así no impresione a un niño de cinco años. Más en este país en donde la palabra se refiere más a una persona desaseada, morbosa o tramposa que al animal que así se llama. Algo había sucedido en ese sitio de tan rara denominación, se hablaba de él en la radio, encabezaba titulares de periódicos, aparecía en “hojas volantes”, forma de comunicación hoy desaparecida, y se lo leería hasta años después en carteles pegados en postes y paredes, que entonces tenían gran impacto. La versión que dominaría por años era que los americanos habían intentado invadir Cuba, pero que la heroica resistencia del pueblo había logrado una gloriosa victoria contra las fuerzas mercenarias superiores en número y armamento. Entonces parecía claro quiénes eran los cochinos... no, la bahía se llama así porque en los arrecifes hay muchos peces cochinos o pejepuercos.

Y no hubo tal invasión yanqui, sino que algo más de mil exiliados cubanos, nucleados en la Brigada de Asalto 2506, desembarcaron ahí con el propósito de derrocar a Fidel Castro, cuyo gobierno derivaba hacia el comunismo y la tiranía. La historia les ha dado la razón, pero no el triunfo. Fueron vencidos, no tan fácilmente, por una fuerza militar muy superior, provista de aviones de propulsión a chorro (expresión que ya no se usa) y tanques rusos. La victoria no tuvo nada de gloriosa, la derrota sí. Estaban apoyados por los Estados Unidos, que les proporcionaron armas, entrenamiento, transporte y asesoría de la CIA. Eso fue su debilidad, no su fortaleza. Gobernaba entonces John F. Kennedy, cuyos asesores divergían en cuanto a los objetivos de la operación, a la naturaleza y dimensiones de la ayuda y a su justificación jurídica y política. Al final el presidente terminaría decantándose por la línea de las palomas y eso de una manera confusa, minimizando el respaldo aéreo, con cambios de última hora, que convirtieron a la aventura en un alocado rompecabezas en el que las piezas no calzaban. El resultado fue la masacre de Playa Girón, a la que seguirían la asfixia intencionada de prisioneros en un tráiler y la culminación en centenares de fusilamientos sumarios... como dijo el bandolero Ernesto Guevara, nada menos que en el augusto foro de la Asamblea General de las Naciones Unidas: “Fusilamos, hemos fusilado y seguiremos fusilando”. Bueno, ya vamos descubriendo quiénes eran los cochinos.

Esta semana se cumplieron sesenta años de este desastre, dicen que los fantasmas de los brigadistas no dejaban dormir a Kennedy. Terrible la intervención armada de un Estado en otro, incluso a través de voluntarios de ese mismo país. Condenable, excepto cuando se trata de una dictadura socialista que lo hace. En esos casos se trata de “internacionalismo proletario” y sus participantes son “guerrilleros heroicos”, sostienen los intelectuales de cerebro escorado a la izquierda. Jamás olvidemos, y aplíquese en casos muy cercanos, que la soberanía reside en los pueblos. Son estos los que, a través de procedimientos republicanos, pueden proclamarla y pedir que se la respete. Las dictaduras no, así sin más, no. (O)