La voz potente de la Negra Sosa da vueltas a mi alrededor, como daba vueltas hace años en los acetatos colocados en el tocadiscos Grundig: Quién dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón…

Yo ya no tengo nada que ofrecer, pienso. A mí los políticos me robaron todo, hasta la esperanza.

Como un documento inalterable… sigue imperturbable la Negra, y yo pienso en el entusiasmo de los ciudadanos de Quito al recolectar firmas para revocar el mandato del alcalde.

Y uniré las puntas de un mismo lazo / Y me iré tranquilo, me iré despacio… podría cantar Pabel Muñoz, a dúo con la Negra. Y ¿qué pasaría con la ciudad?, pienso.

Quito es una ciudad de más de tres millones de habitantes, cuyo 20 % eligió a un alcalde a quien, a todas luces, el puesto no le alcanza. Pero esas son las reglas del juego de esta incipiente democracia. Y no, Pabel Muñoz no es santo de mi devoción. Pero ¿vamos a estar mejor con una vicealcaldesa del mismo partido? ¿Ganaría la ciudad?

La política tiene el poder de enceguecer a la gente, de distorsionar la realidad, de hacernos mirar en una sola dirección, de hacernos creer en tintas mágicas que roban votos, por ejemplo. Es que la política mueve pasiones, buenas y malas, que a veces nos roban la objetividad.

Y yo pienso que Quito tiene alrededor de tres millones de habitantes, unos 1.277 barrios legalmente reconocidos y 400 por legalizar, unos 80 km de largo por 5 de ancho. Y pienso que tiene un centro histórico de belleza inacabable; una pobreza colgada en los montes que se desparrama con las lluvias; barrios encementados hasta el cielo, sin un solo árbol; una modernidad tan horrenda como abrumadora, que nos roba la vista y el sol; y zonas residenciales limpias, lujosas, envidiables.

En ese berenjenal contradictorio, ¿quién puede gobernar? ¿Quién puede hacer algo ante ese vecino de la calle Alemán que religiosamente recoge la caca de su perro en funditas plásticas que luego deja tiradas en la vereda? ¿Quién puede hacer algo frente al conductor que bloquea la intersección con desesperación neurótica por llegar; frente al chofer del bus que para donde se le canta, ante la no vista e indiferencia de los chapitas tiktokeros que adornan las esquinas con los ojos inamovibles en su móvil? ¿Quién puede con la suciedad, indisciplina y quemeimportismo de casi tres millones de ciudadanos esparcidos en 80 km?

Cada casa, cada barrio, cada zona mira hacia un lado distinto, con intereses, necesidades y visiones del mundo diferentes. No queremos lo mismo, no nos queremos entre nosotros. Bailar el Chulla quiteño después de haber bebido de más en un juego de cartas anual no nos hace quiteños.

Quito ya no da para más, pero creo que una revocatoria no soluciona nada. Trabajemos responsablemente en cambiar el modelo político de la ciudad: en organizar los barrios, en descentralizar las funciones por zonas, no solo los trámites. Quito necesita varias cabezas que piensen y ejecuten; y, obviamente, mejores ciudadanos.

Y hablo de países y de esperanzas / Hablo por la vida, hablo por la nada / Hablo de cambiar esta, nuestra casa / De cambiarla, por cambiar nomás… (O)