Cuando creíamos que su admirable talento histriónico había llegado al tope, y que el nivel de los políticos ecuatorianos había tocado fondo, ella nos muestra que estábamos equivocados. La actuación reciente de la alcaldesa de Guayaquil en la reunión convocada por el presidente Lasso con los burgomaestres del país para proponer medidas contra la criminalidad ha superado nuestra imaginación. Su impresionante llegada con la caravana de camionetas y sus pretorianos de negro empequeñece la imagen de don Rafael Correa y sus gafas, marchando triunfal y bien parado encima del Hummer descapotable, y eso es mucho decir. En la lógica del populismo que hoy los hermana, mediante ese híbrido de la ingeniería genética llamado “socialcorreísmo”, doña Cynthia Viteri acaba de poner en escena “Los capítulos que se le olvidaron a Ernesto Laclau”.

Discrepo con don Pablo Arosemena y su alusión a Top Gun, una película comercial pero entretenida. Disiento por las diversas significaciones del “entretener”, que oscilan entre el proporcionar diversión y alegría, hasta distraer la atención para no ocuparse de lo importante. Solo en esta segunda acepción aceptaría su referencia a la querida película, porque el espectáculo del lunes anterior no fue nada divertido. Ese montaje recurre más bien a la estética del cómic, ese género clásico que con frecuencia usa la caricatura, entendida como la exageración del rasgo fisonómico, verbal, caracterológico, folclórico, conductual, político, moral, cultural o de personalidad, para producir hilaridad. La exageración que, en este caso, parafrasea eso de que “de la hazaña al ridículo solo resta un paso”: la tarima.

En este país de la política regresiva y las ideologías involutivas, el “tarimazo” nunca pierde. La actuación melodramática, en el balcón, en la camioneta o en la tarima, y siempre ante las cámaras, conserva vigencia para mantener a un público cautivo de los mensajes que apelan a la polarización afectiva más elemental, la del amor y el odio. Un público fascinado por lo que se exhibe en vez de lo que se dice. Para anular el pensamiento y borrar la subjetividad crítica, usando el cuerpo, el gesto y el parloteo en lugar de la palabra y la propuesta. Prisioneros de la imagen y exiliados del lenguaje, los ciudadanos (¿lo son?) irán a las urnas el próximo año para decidir entre opciones no muy diferentes entre sí. Porque esto se trata de la propaganda, no de los proyectos.

Nos duele Guayaquil a todos los ecuatorianos, la perla más bella de la corona, hoy sujeta al manoseo del populismo y a la disputa entre los emporios internacionales del narcotráfico. Así como la perversa invasión de Putin a Ucrania ya empobrece a casi todo el planeta, la infame invasión del crimen organizado a Guayaquil terminará por arruinar a todo el Ecuador. En estas circunstancias, la negativa de sus autoridades para asumir responsabilidades y ponerse a trabajar de manera coordinada en la construcción de un proyecto conjunto de seguridad tiene el mismo efecto que la inadvertida complicidad con los enemigos de la ciudad y del país. Ya basta de tanto espectáculo, ya hemos tenido suficiente todos estos años. (O)