El accidente aéreo ocurrido en Guayaquil el martes 18 de octubre de 2022 –(una avioneta tipo Cessna C206 que cubría la ruta Manta-Guayaquil, cuyo piloto hizo maniobras para no caer en las casas, se estrelló a las tres y media de la tarde en el terreno vacío de un parque entre la cuarta etapa de las ciudadelas Alborada y Sauces 1, en el norte, habitadas por miles de familias y comerciantes, y hubo dos víctimas mortales de la tripulación)– me recuerda otros accidentes:

La caída del ‘Diablo Rojo’, así se denominaba ese avión militar, ocurrió a la una de la tarde en el centro de la ciudad, el 8 de mayo de 1939. En esa época el casco comercial de Guayaquil cerraba sus puertas ya que hacía dos jornadas de trabajo, de ocho de la mañana a doce del día, y de dos a seis de la tarde, por lo cual se evitó mayor número de decesos. El avión al parecer pretendía llegar al río, según testigos; tropezó con un alero de un edificio de madera situado en la esquina sureste de las calles Ballén y Chile, donde posteriormente funcionó el Hotel Rizzo, en la manzana que ocupan actualmente las oficinas del Correo Nacional y donde funcionó hasta 1937 el Colegio Nacional Vicente Rocafuerte y que se encontraba vacío; allí cayó el ‘Diablo Rojo’, mientras que la manzana de al frente fue consumida por el fuego. Numerosas familias perecieron, casi todas se encontraban almorzando en el momento del suceso; me atrevo a decir que fue el primero y mayor siniestro aéreo, y tuvo mayor número de víctimas que otro accidente, que hubo en la ciudadela Atarazana el domingo 22 de octubre de 1989, de un avión de combate Jaguar de la Fuerza Aérea Ecuatoriana que realizaba acrobacias en el aire porque la FAE cumplía 69 años, y el piloto habría perdido control de la nave; publicó la prensa que hubo diez fallecidos. (O)

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Humberto Torres Sánchez, cardiólogo, Guayaquil