Después de tres años de estudio virtual, la gente ha vuelto a las papelerías, aquí en Guayaquil la mayoría se ha concentrado en el centro con ofertas. En comienzos de la pandemia de COVID–19, las papelerías de otros lugares, barrios, quedaron semivacías, se han convertido en bazares, sobrevivieron de sacar copias, encuadernar, o murieron. Ni hablar de sectores olvidados.

El estudio es un privilegio, solo hay para comer, medio vestir y lamentablemente en muchos casos solo para el vicio destructor. Pequeñas ‘fortunas’ de familias se van en gastos de libros, libros digitales, instrumentos para educar, solicitados en centros educativos privados. Ni idea de cuáles son los útiles en las escuelas fiscales donde los profesores en época más difíciles de la pandemia medio mandaban las tareas por WhatsApp, sin explicaciones. El Gobierno no enseñó a los docente las herramientas gratuitas que hay en internet.

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Es patente que el ecuatoriano compra teléfono celular para ver TikTok, WhatsApp, Facebook..., y a lo más para usar la plataforma Zoom en una clase de menos de 40 minutos. ¿La UNE, Unión Nacional de Educadores, usará Zoom o algo similar para decidir las nuevas medidas de hecho, y reparará en el estado calamitoso de las escuelas y de la niñez y juventud en los recintos? Espero que Gobierno, políticos, docentes, padres, alumnos tengan buena voluntad por solucionar estos temas. La tozudez en la que se han sumergido ciertos adolescentes y jóvenes por drogas, y el fanatismo político de izquierda de ciertos adultos harán difícil solucionar estos problemas, a las buenas. Espero que las papelerías y librerías vendan, cuyos dueños no han cerrado carreteras, destruido bienes, atentado contra la vida de funcionarios como quienes hacen paros; sino que se han calado la crisis en silencio, sin recibir ayuda estatal ni privada. (O)

Roberto Francisco Castro Vizueta, abogado, Guayaquil