Dicen las antiguas escrituras que somos hechos a imagen y semejanza de Dios con un inmenso poder interior que fluye, que se manifiesta en la concepción, la niñez, la adolescencia, la adultez. Todo fluye solo. Las aguas de las alturas fluyen por la gravedad al mar, el sol evapora el agua y la almacena en las nubes que después descenderán en forma de lluvia, llenará los ríos y las represas, rociarán las praderas, los cerros, las montañas y de ahí fluirá hacia el mar, no sin antes rociar las plantas y las flores.
Fuera de mi casa había un enorme árbol de mango que daba sombra y frutos, un día decidieron cortarlo porque era hábitat de iguanas que se comían todos sus frutos y se tiraban sobre el techo del garaje haciendo ruido; lo cortaron y dejaron un pedazo de tronco, hoy volvió a renacer con nuevas ramas y hojas.
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Tienes que ser como el árbol de mango que aún despreciado vuelve a renacer, a ser útil y a servir.
La fuerza vital invisible es la eternidad que describió tan bien el poeta inglés John Keats, quien abandonó la medicina para escribir poesía, indicando que las personas somos seres transitorios, pero una energía inmortal nuestra sobrevivirá después de nosotros, Keats decía que si asfaltáramos toda la tierra en algún lugar brotarían flores.
Yo pienso que Dios se manifiesta a los ojos de los hombres a través de la eterna e infinita energía que ya la descubrieron los Vedas hace miles de años cuando en idioma sánscrito decían que Dios vive en los minerales, respira en las plantas, vuela en las aves, camina en los animales, piensa y ama a través de los hombres.
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Permítete ver el éxtasis en ti mismo, admírate de tu grandeza y busca el bien en Dios, en el estudio, en el trabajo, en el amor que ahí está el secreto de la felicidad, desecha todo lo que sabes que te hace mal.
Tienes que ser como el árbol de mango que aún despreciado vuelve a renacer, a ser útil y a servir. (O)
Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico y comunicador social, Milagro