En Ecuador, los subsidios se han presentado durante décadas como beneficios sociales incuestionables, aplicados sin suficiente análisis y difíciles de eliminar cuando se los percibe como derechos adquiridos. Sin embargo, los subsidios generales –aquellos que no distinguen entre ricos y pobres– resultan profundamente regresivos: favorecen más a quienes menos lo necesitan y se convierten en una carga fiscal para todos.
El debate sobre los subsidios a los combustibles lo demuestra: gran parte del beneficio se concentra en hogares de mayores ingresos o en actividades que abaratan costos sin beneficiar directamente a los sectores vulnerables. Promover competitividad basada en subsidios, no desarrolla industrias. Por ello, las políticas públicas deben proteger a quienes más sufrirían los ajustes, mediante una focalización justa. Persistir en subsidios generales es hipotecar el futuro por la comodidad del presente. Focalizar no es quitar: es dar mejor, con justicia y responsabilidad a quienes lo necesitan. (O)
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Robin González Echeverría, economista, Guayaquil