Cuando estás engañado y lleno de dudas, ni siquiera mil libros de escritura son suficientes. El verso 78 del Tao Te Ching, de Lao Tse, traducido por el brillante escritor Wayne Dyer nos dice que hay que ser sutil como el agua. En sentido literario, se puede adaptar a la forma del recipiente que lo contiene y lo hace con tal humildad que no ve qué clase de recipiente es.
El agua a más de ser una sustancia sutil es sabia, muy inteligente y útil, y se adapta a todo. Si está en el mar, puede ser tan débil que se deja acariciar aunque no se deje coger porque se escurre entre los dedos. También puede ser muy coherente y trasladar por su lecho enormes barcos con cualquier cantidad de carga. Puede ser muy útil en los polos convirtiéndose en murallas de hielo para mantener el equilibrio ecológico del planeta, como puede evaporarse con el calor y convertirse en gases que constituyen las grandes nubes formadas por pequeñas porciones de hielo (nieve) o gotitas de agua que después se precipitan a la tierra en forma de lluvia para convertirse luego en riachuelos, lagos, lagunas, ríos que luego de hidratar los cerros, llanos y bosques caminan presurosos rumbo al mar de sus amores.
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Somos igual que la Tierra, 75 % de agua. No debería llamarse planeta Tierra sino planeta Agua, y en nosotros es lo mismo. Sin ella desaparecemos. Debemos ingerirla todos los días para que funcionen bien todos nuestros órganos. Su exceso o su falta crea el desequilibrio y podemos volver a constituirnos en polvo, que es de donde venimos, y al desaparecer por alguna rendija de nuestro cofre mortuorio se escapará hasta llegar al primer río y de ahí rumbo alegre hacia el mar hasta que el sol la caliente, la ebulla y la traslade al cielo de sus amores, de donde vendrá a redimir y saciar la sed de plantas y animales. (O)
Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico y comunicador social, Milagro