La crisis de Ecuador no es coyuntural, es crónica y estamos al filo del abismo. Entre nuestros males está el mal manejo de la economía; la corrupción; la pésima calidad de nuestros políticos; la nula formación cívica de la ciudadanía; a todo esto se le suman la crisis mundial por COVID-19; la violenta irrupción del narcotráfico; y el crimen organizado internacional.
Como testigo de la historia puedo decir que desde la década de 1950 se vienen dando estos acontecimientos críticos con muy pocos episodios positivos. Los avances, que sí han habido, se deben a la explotación de productos primarios como petróleo, mas, no son el resultado de un desarrollo planificado por Gobiernos visionarios.
Causa pena y frustración ver cómo ciertos miembros de sectores llamados a ser orientadores de la opinión pública y quienes tienen el encargo de formar a las nuevas generaciones en el campo del bien y del saber, no están cumpliendo sus delicadas funciones. Ahora que la tecnología pone en nuestras manos un medio de comunicación donde hay muchos “periodistas” que no observan el código deontológico que los obliga a guardar respeto a la verdad; investigar los hechos; ser objetivos; contrastar los datos con fuentes periodísticas precisas; y a diferenciar entre información y opinión. Asimismo, existen algunos educadores, que en lugar de formar ciudadanos para que sean los futuros gestores de cambio que Ecuador necesita en estos tiempos, prefieren mantenerlos desempeñando el papel de agitadores sociales.
Publicidad
Divididos y desorientados no lograremos superar este problema. Culpamos a cada gobernante de turno de ser el causante de todos los males. Ahora mismo hemos crucificado al presidente por “no haber hecho nada”, sin tomar en cuenta que no ha tenido el apoyo de las otras funciones del Estado ni de la ciudadanía. Es válido mencionar a países como Nueva Zelanda que escogió el sistema de gobierno socialista el cual les sumió en la pobreza, por el cual luego se vio obligado a cambiar de rumbo y hoy está en el grupo de los 100 más ricos del mundo. En Sudamérica tenemos a Chile que por similares causas aplicó los cambios y está encaminado hacia un futuro con altos niveles de desarrollo. Pero estos países y otros, primero superaron las diferencias internas, llegaron a acuerdos y se fijaron objetivos comunes; salir adelante les llevó décadas de esfuerzo sostenido; y no cayeron en la desfachatez de cambiar gobiernos con demasiada frecuencia. (O)
Juan Manuel Guamán Andrango, Sangolquí