En momentos como el que está viviendo nuestro país usaré este espacio para transmitir un par de reflexiones que ayudan a nuestra salud mental.

Maestros, profesionales, periodistas y escritores, todos tenemos la misión de ayudar, culturizar y educar al prójimo, si aspiramos a una vida digna, próspera y solidaria. Escribir no es facultad de ninguna persona, solo se requiere de cultura y educación, tener un propósito y decisión. El libro es nuestro fiel compañero, nos hace amena la existencia, se encuentra por doquier y en él podemos grabar nuestros sueños, nostalgias y esperanzas.

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La grandeza de las personas se mide por la intensidad de sus virtudes, equilibrio y calidad humana. La originalidad y la creatividad se construyen con el esfuerzo y la inteligencia. Sé siempre auténtico, no una copia de los demás.

El éxito es el resultado de la disciplina y perseverancia en la conquista de los ideales. No te jactes tanto de tus logros, no eres el único, deja que los otros alaben tus atributos.

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La amistad y el amor, nobles sentimientos, hermanados también con la admiración, la euforia y la gratitud complementan una estable relación.

No existe mayor riqueza que la belleza y nobleza que se guarda en el corazón.

El perdón es el único antídoto certero para curar las heridas que ocasiona el rencor.

La libertad, la justicia y el bienestar son derechos supremos del ser humano que debemos respetar.

El conformismo, la pereza y la ignorancia son las peores derrotas de estas fragilidades humanas, se aprovechan los avivatos y ególatras.

No existe un lugar más cálido y confortable como el que nos brinda el hogar.

Todo fanatismo termina muchas veces siendo letal.

La violencia, la discordia y la corrupción son caminos de perdición. El que roba debe tener presente que su verdugo está en su mente, es su propia conciencia la que lo aniquilará lentamente. El dinero fácil, que siempre es ilícito, lo celebran con júbilo y color de rosa, pero no saben que cavan su propia fosa. El que protege a un corrupto o ladrón es un ser también de cuidado, hay que analizar si es un aliado para que sea juzgado.

No endilguemos la culpa al tiempo de lo que no hicimos, siempre hemos tenido tiempo para todo. El único tiempo perdido es el que se ha dedicado a las guerras y que no ha servido para nada y solamente lo que han dejado es dolor, destrucción, frustración, abandono e impotencia.

Anhelo para mi país, como todos los ecuatorianos, que cese la corrupción, la delincuencia y la inseguridad que nos está aniquilando entrando en el nivel de la desesperación. (O)

José Franco Castillo Celi, psicólogo y médico naturista, Guayaquil