La diferencia entre el sabio y el ignorante es que el sabio sabe que es ignorante y el ignorante no sabe que es ignorante. He aquí el quid del problema; ahí radica el alboroto y caos en que vivimos. Hay sociedades enteras que han confiado ciegamente en sus líderes, que los han llevado con sus extraños sofismas a vivir en esclavitud.

El cantón Progreso y la tercera edad

China, Rusia y Vietnam, que peleaban contra EE. UU., han optado ahora por el libre mercado: compran, venden, crean industria; los políticos controlan las reglas del juego, pero dan “libertad” para que las personas puedan desarrollar sus propios negocios, y mírenlos cómo están; ahora ellos son el imperio y salen de sus fronteras a ofrecer sus productos y sus capitales.

El viejo socialismo de Karl Marx y Friedrich Engels, de Mao Tse Tung, el capital, el libro rojo han quedado para la historia como un recuerdo glorioso de las primeras luchas contra la explotación y la miseria, y cumplieron un valeroso proceso de reivindicaciones sociales, pero eso cambió desde 1989 con la caída del muro de Berlín; la gente no aguantó más la opresión, la esclavitud. Lo mismo la disolución de la URSS en 1991 con el Glasnost, “la apertura”, y la perestroika, “la transparencia”, lo que hizo que la mayoría de los países tras la cortina de hierro escoja el camino de la libertad y el libre mercado.

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El poder de una mujer eterna

Comercio, industria, emprendimientos, ciencia, tecnología... China, con la muerte de Mao, dio una apertura dirigida por un líder con otra visión del futuro y la política, Deng Xiaoping, quien abrió China al mundo de la industria, el comercio, los negocios; tenía un eslogan que decía: “No importa de qué color sea el gato, lo importante es que cace ratones”, y miren cómo está China, una potencia del mundo. También está Vietnam, un país que venció a EE.UU. en el campo de batalla, ahora también se abrió al mercado y es un próspero país sin las limitaciones. (O)

Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico y comunicador social, Milagro