Considero de plena justicia reconocer la encomiable y muy oportuna labor de la Iglesia católica ecuatoriana al haber viabilizado una mediación que el país demandaba con singular urgencia.

Las posiciones antagónicas del Gobierno y la Conaie tendían a una creciente beligerancia que imposibilitaba el acercamiento entre las partes. Habiendo fracasado la gestión mediadora del presidente de la Asamblea Nacional, la propuesta de mediación de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (CEE), presidida por monseñor Luis Cabrera, fue decisiva para el ansiado retorno de la tranquilidad.

La Iglesia católica ha impulsado desde siempre procesos pacificadores exitosos, como en la caída del muro de Berlín, el conflicto argentino-chileno por el canal de Beagle, la barbarie nazi: salvó la vida a más de 800.000 judíos gracias a las gestiones del Vaticano. No obstante, la Iglesia católica del Ecuador debe aprovechar que el presidente de la República se reconoce como ferviente católico para recordarle la obligación ineludible de impulsar la “opción preferencial por los pobres”; principio teológico angular del cristianismo. Todo político católico debe estudiar la doctrina social de la Iglesia: el documento, cargado de certezas y luz, contribuye a lograr orden social justo y convivencia armónica. (O)

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Henry Carrascal Chiquito, abogado, periodista, Guayaquil