Desde su independencia en 1830, Ecuador ha adoptado 20 constituciones, hasta llegar a la vigente de 2008. Si comparamos con otros países latinoamericanos que lograron su independencia bajo el liderazgo de Simón Bolívar, vemos que Perú ha tenido 12 constituciones, Colombia 10, Bolivia 19, Panamá 4 y Venezuela 25. A pesar de los múltiples cambios constitucionales, ninguno de estos países ha logrado resolver los graves problemas sociales que persisten. Por otro lado, Estados Unidos es un caso particular: su Constitución, que entró en vigor el 4 de marzo de 1789, sigue vigente, aunque con 27 enmiendas a lo largo de su historia. Este contraste pone en evidencia una realidad que muchos países latinoamericanos deben considerar: ¿es necesario reescribir la Constitución o es más eficiente reformarla mediante enmiendas?
En el caso de Ecuador, las enmiendas podrían ser una solución más pragmática y efectiva si se busca un cambio profundo en áreas específicas sin la necesidad de rehacer toda la estructura del país. No obstante, es crucial que cualquier cambio, ya sea constitucional o mediante enmiendas, dependa de una voluntad política real para ser transformado en un avance tangible. Si las estructuras de poder y la cultura de impunidad persisten, incluso las reformas más bienintencionadas podrían no generar el impacto deseado. La Constitución de 2008 ha establecido avances notables, como el reconocimiento de los derechos de la naturaleza, el acceso a la salud y la educación como derechos fundamentales, y el fortalecimiento de la participación ciudadana. Aunque la implementación de estos derechos ha sido desigual, el marco legal ya está en su lugar. Modificar la Constitución de forma puntual mediante enmiendas permitiría fortalecer estos logros sin perder lo que ya se ha ganado.
Un nuevo proceso constituyente, por su propia naturaleza, podría generar una gran polarización política. Ya hemos visto cómo los procesos de cambio constitucional en otros países de la región han desatado conflictos y divisiones internas. En un país con tantas tensiones políticas y sociales como Ecuador, un cambio constitucional podría abrir puertas a nuevos enfrentamientos y debates sin necesariamente resolver los problemas estructurales que originan esos conflictos. Las enmiendas permitirían un enfoque más preciso y menos ambiguo. Por ejemplo, se podría reforzar el sistema judicial, la independencia de los poderes del Estado o mejorar los mecanismos de rendición de cuentas. Muchas veces, los problemas no están en el texto constitucional en sí, sino en su implementación. Por lo tanto, una reforma puntual puede ser más efectiva. Un proceso constituyente podría generar un largo periodo de incertidumbre, involucrando a actores políticos, élites y a la sociedad en general en un proceso complejo. Esto podría desviar la atención de los problemas urgentes del país. Las enmiendas, al ser reformas más específicas, pueden implementarse de manera más rápida y ofrecer estabilidad política a corto y mediano plazo. Es importante recordar que la Constitución de 2008 ya ha sido modificada en 24 ocasiones, incluyendo los de menor escala que no son formalmente ni reforma ni enmienda. Si se optara por enmendar la Constitución, algunas áreas clave que podrían revisarse incluyen: fortalecimiento de la lucha contra la corrupción; descentralización real; revisión de la estructura del Estado; fortalecimiento de los derechos laborales y sociales; y una mejor distribución de la riqueza.
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Ecuador, una nueva oportunidad
A lo largo de la historia, los cambios constitucionales han sido utilizados por las élites políticas para consolidar su poder, en lugar de promover reformas verdaderas que beneficien a la mayoría de la población.
Modificar la Constitución puede ser una herramienta poderosa, pero no es necesariamente la solución mágica a todos los problemas estructurales que enfrenta Ecuador.
Una reforma constitucional puede ser un paso importante para redefinir el marco legal y político del país, pero debe acompañarse de un cambio real en las estructuras de poder. La pregunta clave es: ¿es hora de una nueva constitución o es más prudente enmendar la actual para fortalecer los avances y corregir sus deficiencias? (O)
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Jorge Palacios Alvear, periodista, Cuenca
















