Corría en nuestro país la etapa de segunda vuelta electoral para elegir presidente de la República por el periodo 1984-1988, entre el doctor Rodrigo Borja Cevallos –favorito antes del debate– y el ingeniero León Febres-Cordero Ribadeneyra, al consultarle a una mujer adulta mayor por el candidato de su preferencia antes del debate, dijo sin dar nombres en tono muy asertivo, que su voto lo daría por uno de ellos con toda seguridad, porque el otro “dicen que fuma marihuana”.
La importancia del voto en 2025
Luego del debate político entre los dos candidatos, evento que fue transmitido en vivo por radio y televisión, irrumpió abruptamente en la atmósfera electoral, una catastrófica caída en las preferencias de intención de voto que ostentaba el candidato favorito y por otro lado una vertiginosa subida de la preferencia electoral en favor del otro candidato. En efecto, con la finalidad de medir el escrutinio sobre la percepción que los ciudadanos tenían acerca del debate, se consultó al día siguiente: “¿Cuál de los dos candidatos, triunfó en el debate?”, mayoritariamente los consultados respondieron que el candidato que llegó al debate como el no favorito, había triunfado. Cuando se les preguntó: “¿Por qué considera que triunfó?”, respondieron que el candidato triunfador en el debate arrolló al otro candidato que había llegado como favorito. Las explicaciones fueron diversas y se referían en su totalidad a la forma como se percibió el debate, la presentación y exposición de los candidatos, no tuvieron nada que ver, las propuestas de campaña ni tampoco las ideologías.
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Desde aquel entonces han transcurrido 40 años, sin embargo, pareciera que la percepción del gran electorado ecuatoriano acerca de los candidatos, no ha cambiado. Es decir, sigue importando más la forma de la presentación de los candidatos que el conocimiento de sus propuestas e ideologías. Cuidado nos venden gato por liebre o introducen al escenario electoral un “caballo de Troya” a sabiendas de la fragilidad y volatilidad del electorado ecuatoriano, evitemos esa borrachera que con seguridad nos provocará cuatro años de amargo chuchaqui, busquemos el fondo y su razón. (O)
Víctor Eligio Gavilánez Castro, economista, Guayaquil