Ya en la recta final de un proceso eleccionario atípico a todas luces, bien vale la pena comentar el porqué del calificativo, desde una óptica rigurosamente ponderada, discreta e imparcial. Acá no caben otras pretensiones que no sean las de canalizar la opinión pública, basados en la objetividad y las evidencias.

El proceso, excesivamente estereotipado, se ha desarrollado en forma inercial sin cambios cualitativos que lo distinga de los anteriores; lo único que quizá podría considerarse como innovación, es la utilización inmoderada de las redes sociales para promocionar candidaturas basadas únicamente en imágenes, trayectorias, autoalabanzas y otras simplicidades. En ningún momento, por ejemplo, se han discutido los contenidos ideológicos doctrinarios de los partidos y movimientos políticos auspiciantes, ni deliberado sobre la formación filosófica o sociológica de los aspirantes. Al parecer, la política para algunos es solo cuestión de ‘buena voluntad’, ‘vocación de servicio’, ¡nada más!; expresiones superlativas recitadas de memoria sin reparar en la profundidad de su significado axiológico. Los debates o conversatorios por los escasos minutos otorgados para las exposiciones de planes de trabajo, no aportan en lo más mínimo para la toma final de decisiones; muchos ciudadanos erradamente se decantan por el candidato más locuaz, o por el banal espectáculo que arman con bramidos o ademanes que rayan en lo ridículo. De esa manera, suplen la falta de conocimientos sobre las realidades locales, mostrando un fervor chauvinista y exasperado por llegar a la función pública a como dé lugar, antes que el vivo deseo de remediar las más apremiantes necesidades de sus jurisdicciones. Nunca hablaron del Cootad (Código Orgánico de Organización Territorial, Autonomía y Descentralización) como instrumento de gestión, ni de las específicas competencias de los GADs (Gobiernos Autónomos Descentralizados); tampoco tocaron temas puntuales que hacen relación a las obras priorizadas en los PDOTs (Planes de Desarrollo y Ordenamiento Territorial), en plena vigencia. Sumarios como la densidad demográfica, desechos sólidos, rellenos sanitarios, colectores marginales, mancomunidades, financiamiento, gestión, etc., quedaron diferidos para los próximos comicios.

La elección de las nuevas autoridades seccionales y de ignotos integrantes del CPCCS (Consejo de Participación Ciudadana y Control Social), así como contestar las preguntas de la consulta popular, mezclado todo en una sola convocatoria, convierten este proceso en un tres en uno donde el número de papeletas y el tiempo requerido para la consignación de votos traerá desconcierto en el electorado y la anarquía en la contabilización de resultados. Un alto porcentaje de la población aún no conoce a los candidatos al CPCCS, ni entiende las preguntas de la consulta popular. ¡Eh ahí una bárbara contradicción!, vamos a votar por la integración de un organismo opacado que antes de las votaciones, no sabemos cuáles mismos van a ser sus ulteriores competencias. Y si a esto sumamos la abulia de la población respecto al CPCCS, y la confusa consulta popular, diremos entonces que el proceso siendo atípico, se convertirá en una aventura a juzgar por lo que podría suceder a futuro. (O)

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Eugenio Morocho Quinteros, arquitecto, Azogues