Ahora que observamos atónitos escenas terroríficas de violencia desatada quisiera destacar unos momentos icónicos del siglo pasado.
Viví en Bogotá un tiempo al inicio del milenio. Ciudad ordenada, tráfico perfecto y servicios de primer orden. Sin embargo, en 1985 un grupo terrorista asaltó el palacio de Justicia, la Corte Suprema y la Sala Constitucional. La exigencia de que el entonces presidente Belisario Betancur se sometiera a un juicio público en el edificio tomado precipitó la entrada a sangre y fuego; con tanques arrollaron el gran portón lo que provocó más de 100 víctimas y desaparecidos inocentes.
Identifican a primeros desaparecidos durante matanza en Palacio de Justicia de Bogotá
En mitad del caos un hombre mayor, vestido de negro se encamina juiciosamente al centro de la plaza con una bolsa de plástico. Se detuvo y empezó a dar de comer a las palomas, ajeno a la fila de rescatados que huían del edificio asediado en camilla, cojeando o arrastrados por soldados. Cuando acabó el alpiste se marchó sin ni siquiera parar a ver qué pasaba.
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Cuatro años después, 1989, empezó el mayor movimiento estudiantil obrero prodemocrático en Asia, en una plaza pequinesa de agridulce recuerdo, Tiananmén, donde la esperanza de libertad se tornó en masacre del ejército ordenada por los viejos dirigentes del único partido político chino.
Gobierno de China justificó matanza de 1989
Nunca más se repetirá un error semejante.
Un hombre, con bolsas en cada mano, frenó el avance de una hilera de tanques y mantuvo un macabro baile, consagrado por el pintor Bansky, por unos minutos mientras el fotógrafo que capturó el video contenía la respiración. Al final es sacado de la escena por un grupo de, creemos, civiles. Nadie más volvió a verlo ni se sabe de su destino.
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Ambas figuras fantasmales lograron completar la iconografía del siglo XX. (O)
Luis Peraza Parga, Houston, Texas, EE. UU.