Mi discapacidad me hace sentir atrapado en una caja, pero conservo la esperanza de salir adelante. Hace 52 años, me diagnosticaron una discapacidad congénita de niño. Me siento exhausto, pero me exhortan a seguir adelante con mucho optimismo. La educación es como una oportunidad para tener las herramientas necesarias para encontrar fuerzas y soportar todo lo que se venía. Pero solo pude acceder a la educación primaria, ya que no había facilidades para mí en la secundaria y superior. Por eso pido apoyo al Gobierno para realizar mis sueños: terminar mis estudios y fortalecer mi educación, que solo lo he podido hacer con el apoyo de mi familia. (O)
Jorge Enrique Andrade Rodas, Guayaquil