La aceleración de la gravedad que produce el movimiento vertical en la vida de los ecuatorianos es la clase política. Para muestra, el remedo de debate del primero de octubre entre los aspirantes al sillón de Carondelet, hubo alta expectativa de que se abra el paracaídas, pero no sucedió; se reavivó el fantasma del estrepitoso impacto contra el planeta. Se demostró una vez más que los políticos están obsoletos, solo la audacia los mantiene.

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Los aspirantes no son los más idóneos para ocupar la Presidencia de la República. Nerviosos y tímidos intentaron exponer sus planes de trabajo, hablaron de lo que se debe hacer, tema que el pueblo ya conoce, pero olvidaron el cómo se debe hacer, tema que la ciudadanía quería oír.

Son jóvenes inexpertos de pensamientos opuestos, con mañas de la vieja política. Uno de estos tutelado por la burguesía y la otra maniobrada desde el populismo. Uno repitió el libreto anterior sin agregar valor y la otra recitó de memoria una lección prefabricada. Este debate fue insustancial, ya que dejaron más dudas que certezas, fueron más apariencia y menos ideas, estuvieron lejos de orientar el voto, haciendo que los indecisos quedaran igual o peor.

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Al contestar las preguntas también quedaron debiendo. Se pudo sentir que coinciden en que el Estado debe pagar la deuda al IESS, sin expresar la fuente del recurso; los dos expresan la necesidad urgente de empleo, sin embargo, ninguno indicó cómo generarlo; ambos hablan de planes de seguridad, sin enfoque social y sin presupuesto; discrepan en la tabla de consumo de la droga y no profundizaron el tema; los dos defienden la dolarización, sin embargo, tienen la intención de echar mano a la reserva internacional.

En fin, el debate fue tímido y fofo, hubo ofertas que considero no van a cumplir. Otra vez vemos a la mentira y engaño en la política clásica como las causantes del Ecuador en caída libre. (O)

Marco Zurita Ríos, ingeniero civil, Quito