Con las debidas excepciones, ‘algunitas’ desesperaciones por llegar a puestos públicos de altas, medianas, más bajas jerarquías, luego revelan las noticias el porqué de tanto interés; denuncias de supuestos cohecho, corrupción, etc.

¡Bonita cosa! Claro, como las penas que imponen a autoridades son blandengues y con la prelibertad o libertad controlada y otras medidas de alivio, no cumplen por completo los años de cárcel, sanciones, multas, que tienen que purgar; y lo que es peor, no les hacen devolver nada; salen finalmente a disfrutar de lo que les está esperando en una o varias cuentas en otros países o de bienes puestos a nombre de terceras personas (burropiés) y listos para recibir los reconocimientos y agasajos que les ofrecen sus amigos.

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Ya es tiempo de honestidad, desde las cabezas mayores hasta del último funcionario público joven.

Modifiquen las leyes si es que realmente quieren erradicar la corrupción, en el sentido de que el cohechado o sobornado, como el cohechador o sobornador, paguen la misma pena y no salgan de la cárcel hasta que hayan devuelto íntegramente lo que se llevaron. Igual tratamiento se le debe dar a los que confabulan para tomar dineros, y a los que hoy muy elegantemente denominan que están en asociación ilícita. Hay que escarmentar con medidas represivas que realmente les duela.

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Estas malas prácticas lo que están dejando son malos ejemplos para las presentes y futuras generaciones, y si no se pone fin con medidas extremas, la situación continuará de igual a peor.

En la labor de la Fiscalía General del Ecuador sabemos que una sola golondrina no hace verano; empero, creemos que llegará el día en que el país cambie para bien. Dios bendiga a nuestro Ecuador y a los ecuatorianos. (O)

Luis Alfredo Ordóñez Simmonds, ingeniero comercial, Guayaquil