Lo hemos dicho tantas veces. Los debates políticos resultan ser innecesarios, solo despiertan curiosidad y acentúan el malsano fanatismo. Nada de lo acontecido el domingo 13 de agosto de 2023 movió el tablero electoral que desde hace algunas semanas está definido. Fueron los mismos candidatos, conocedores de las encuestas y de la amplia diferencia entre los binomios más aceptados, los que en pleno debate admitieron un segundo lugar sin inmutarse.

Apuntes sobre el debate

Entonces, ¿para qué el espectáculo? Obvio, para cumplir con lo que determina la ley de elecciones y el Código de la Democracia. ¡Nada más! Terrible el mecanismo adoptado para el debate, así como el accionar del modo de moderar. Si los candidatos, por desconocimiento del proceso y del orden de intervención, estaban perdidos, los moderadores estaban aún peor; a una de dichas personas casi se le va de las manos la conducción del programa, al extremo de que evidenció su enfado por lo contestatario de los primeros candidatos consultados que no sabían si debían responder o intervenir sobre cualquier tema. Ese enojo quiso disimularlo con sus expresiones de seriedad y sus constantes e impertinentes llamados de atención para que se ciñan al libreto. El debate debe ser eso, una respetuosa contraposición de ideas y argumentos, pero de ahí a impedir que se inculpen mutuamente es mutilarlo de un componente sustancial donde bien pudieron exhibir documentos probatorios de sus mutuas y torcidas actuaciones. Conocer a un candidato no solo supone saber si contesta bien las interrogantes o si es sagaz en las respuestas. ¡Eso no ayuda en nada! Creemos que la trayectoria es un factor determinante como para optar por un apoyo a un personaje que garantice una gestión positiva y auténtica, a pesar de los intrincados problemas que como país enfrentamos. (O)

Manuel Eugenio Morocho Quinteros, arquitecto, Azogues, Cañar