Ecuador no logra salir de esta espiral de violencia, que nos produce dolor, desventura, miedo, desconfianza y desesperanza. Nuestro país vive una cadena de crisis de violencia, desconfianza política, jurídica, económica y social. La pandemia dejó secuelas en la crisis ecuatoriana. Son tantos los informes que se emiten a través de los medios de comunicación sobre crímenes atroces, secuestros, sicariato, asaltos, vacunas y otros delitos. Pero ante todos estos horrores hay versiones a conveniencias, que se percibe que las intenciones son políticas y la otra de una falta de trabajo conjunto, la que es aprovechada por la mafia. Mientras que al mismo tiempo se intenta alterar el orden nacional, antes de que haya una investigación confiable, para bajar la presión de exigir una investigación, que solo se limite a identificar a los autores materiales.

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Por otra parte, ya no sorprende, sino que indigna el descaro y la desvergüenza, hasta la insolencia de algunos jueces al liberar, con ligereza, a delincuentes reconocidos, reincidentes, antisociales, capturados en delitos flagrantes. Si estos jueces legislan “en favor” de la delincuencia serían cómplices de la misma. Asimismo, hay que destacar que, en el país, en los últimos años, los problemas de crímenes organizados afectan a todos, desde grandes políticos, gobernadores, alcaldes, hasta taxistas, choferes de buses, etc.

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Estamos expuestos, a disposición de criminales y sicarios. En Ecuador ya no es raro escuchar acerca de uno o varios asesinatos diariamente, o de que encontraron cuerpos decapitados, embalados o ensacados, cuyos cuerpos maltratados aparecen en las vías y campos de muchas provincias. Este comportamiento salvaje se extiende y se vuelve frecuente, nos advierte que todos estamos expuestos. Asimismo, debo destacar que en las ciudades más pobladas como Guayaquil, Quito y Cuenca es peor. La delincuencia mantiene en zozobra a la ciudadanía, donde queda rezar cada día al salir de casa, para regresar con vida, sin ser asaltados, secuestrados o lo que sería peor terminar en un féretro. Por lo tanto, hay que protegerse. Con estos problemas permanentes, en las ciudades se está perdiendo el turismo.

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Estas crisis oscurecen el futuro del actual presidente, con más de seis meses de su régimen, está pasando por problemas muy duros, si no los soluciona con firmeza. (O)

Robespierre Rivas Ronquillo, periodista, Guayaquil