El mundo se encuentra en una coyuntura crítica. La COP-30, que se celebró en Belém (Brasil) este mes, no fue una cumbre más, fue una oportunidad urgente para convertir promesas en acciones y diplomacia en resultados concretos.
La Amazonía, epicentro ecológico del equilibrio climático, se convirtió en escenario inevitable de este debate decisivo, el simbolismo de Belém más que una sede es un mensaje, esta región no es únicamente un recurso natural sino un patrimonio ambiental clave para la estabilidad climática. La presencia de líderes mundiales y científicos participantes subraya que el futuro del clima global está ligado a los bosques tropicales, lo que se espera es una transformación real.
Uno de los objetivos centrales de la COP-30 es fortalecer las contribuciones nacionales determinadas, estas siguen lejos del nivel necesario para mantener el calentamiento por debajo de 1,5 °C, determinado entonces en la conferencia París 2015, con políticas definidas referente al cambio climático las naciones deben elevar la ambición y concretar compromisos medibles, vinculantes y orientados tanto a mitigación como a adaptación, especialmente para los países vulnerables afectados por sequías, tormentas y desplazamientos.
Publicidad
En esta sede como telón de fondo, la cumbre podía lanzar iniciativas globales de restauración forestal, bonos azules y mecanismos de pago por servicios ecosistémicos.
Brasil impulsa la figura de los “Campeones Climáticos”. No solo firman tratados quienes marcan la diferencia, también quienes innovan y transforman comunidades. El ser humano tiene una relación directa y comprobada con el cambio climático, la ciencia es clara, la mayor parte del calentamiento global observado en los últimos 150 años se debe a actividades humanas: emisiones de gases de efecto invernadero, deforestación, industrias de producción masiva, agricultura abundante, contaminación, urbanización y transporte. La buena noticia es que, así como somos la causa principal, también podemos ser la solución, tomando decisiones colectivas y políticas de transformación. (O)
Nelson Humberto Salazar Ojeda, escritor, Quito


















