Cuántas veces se ha dicho que los pueblos que olvidan las lecciones del pasado están condenados a repetirlas, reflexión tan vigente hoy en nuestra República cuando la nueva Asamblea Nacional, elegida hace tres meses, se apresta a instalarse a nombrar sus nuevas autoridades, y fundamentalmente a cumplir en los próximos 18 meses sus dos tareas constitucionalmente asignadas: legislar y fiscalizar. Frente a este hecho surgen algunas interrogantes.
¿Podrá esta nueva Asamblea asimilar las lecciones de su antecesora y reivindicar ese 10 % promedio de aprobación expresado por parte de los ecuatorianos; evaluación que también la tienen los otros poderes del Estado? ¿Priorizarán las demandas urgentes de nuestro país a los afanes personales, partidistas o de grupos de poder? ¿Legislarán y fiscalizarán pensando en el Ecuador y no haciendo proselitismo de cara a las elecciones del 2025?
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Sin pretender ser pesimista, lamentablemente no se vislumbran vientos de reivindicación, pues su accionar en estos días ha girado al parecer tan solo a la conformación de bloques o frentes para captar la dirección de la Asamblea Nacional, del Consejo de Administración Legislativa, de las comisiones legislativas permanentes.
Que no nos sorprendan entonces acuerdos legislativos volátiles, extraños, incoherentes, sorpresivos con agendas ocultas como en periodos anteriores.
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Ojalá estemos equivocados en esta lectura política de la nueva Asamblea Nacional, en este escepticismo que vivimos. (O)
Francisco Santiago Medina Barahona, Quito