Para la segunda vuelta, más allá de los anti y a favor de alguna tendencia, lo que se juega en el tablero electoral es si se apuesta por el Estado de derecho democrático o por la servidumbre voluntaria hacia el totalitarismo.
La propaganda incide en “antes estábamos mejor”, haciendo uso de la nostalgia de un padre de la horda primitiva, el único con derecho a gozar de los integrantes de la tribu, parte de los cuales consienten a la servidumbre voluntaria y dispuestos a sacrificarse en el altar del nuevo dios. La lógica de la nostalgia impulsa a retornar a un paraíso perdido que nunca se tuvo y que remite a antes del tiempo, antes de nacer, es decir, a la no existencia.
Si ya se hizo todo, entonces ya no queda nada por hacer, a modo de una invitación a la parálisis, la contemplación del desastre y retornar a la vertiente autoritaria y consolidando la impunidad de los canallas que no les debe nada a nadie.
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El ciudadano tendrá que decidir si quiere retornar a una artificial bonanza económica que endeudó el futuro o prefiere la democracia donde puede debatir propuestas y soluciones. Sin democracia, los ciudadanos individuales y organizados no podrán reclamar ni proponer nada, sometidos al silencio.
¿Hasta dónde se está dispuesto a tolerar semejante barbarie a cambio de la fantasía de un ideal?
Cada uno tendrá que responder desde lo más íntimo de su ser. (O)
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Juan de Althaus Guarderas, psicoanalista, Guayaquil