Una persona se lanza de un edificio de la localidad, las fotos y los videos invaden las redes sociales, en tanto los periodistas informan la terrible noticia. Huir velozmente de la vida, no dar opción a detenerse... Apuro por dejar un agobio..., saltar para dejar todo atrás. Aunque no estoy en esa situación, sí sé lo que es estar cansada y sentir que no puedes más, pero yo no opto por la muerte porque siento que tengo por quienes vivir.

El suicidio no es cobardía, es sentir que ya no existe razón por la cual seguir viviendo, es la opción de quien ya no encuentra motivos para seguir en este mundo. Ciertas emociones pueden hacer sucumbir a un ser humano, seguramente si nadie entiende su lenguaje: ese que habla más allá de la boca, de quien duerme mal, que no se alimenta, cambia de humor rápidamente, sufre de dolor interno o emocional; ese que le aísla posiblemente en alcohol, drogas, pensamientos...

Estamos habitando un mundo con el estrés, la dependencia voraz de las redes sociales, etc., vamos vaciando los sentimientos, nos estamos perdiendo. Sucede que la conexión humana nos falla, la dependencia virtual nos ‘desconfiguró’ volviendo casi inentendible el término empatía. Hemos dejado de ver al que habita en nuestro entorno, por mirar a través de las pantallas a quienes ni siquiera conocemos. Olvidamos lo que es un abrazo, una conversación mirándonos a los ojos.

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Tenemos que cuidar a nuestros congéneres, empecemos por los que habitan en nuestra casa o en la de al lado, no sabemos si en cualquier momento sus dolores o angustias son tan grandes que esas personas puedan acabar con su vida y ser unas noticias más en las redes sociales. Así como fue el domingo pasado otro suicidio, el de la exmiss Estados Unidos, quien se lanzó del piso 29 de un edificio, en Manhattan, Nueva York. (O)

Claudia Antonia Delgadillo Barba, Daule