En vísperas de Navidad, mi hijo escribió una carta: “Querido Superman: ...”. Lo interrumpí, ¿cómo así Superman y no Papá Noel o el Niño Dios? Dijo, “a Papá Noel y al Niño Dios no los he visto”. ¿Y a Superman?, le pregunté. “A ese sí lo he visto volar”, contestó. Le dije, pero Papá Noel vuela en trineo. Dijo, “los renos no vuelan, es mentira”. Refuté, Superman tampoco vuela, es mentira de Hollywood. Con imaginación de niño de 7 años de los años 80, dijo, “pero tiene vista de rayos X y poderes, le gana a todos”.
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Hasta ese momento yo estaba tranquilo, pues no había despotricado contra el dueño de la Navidad: Jesús. Pensé cómo explicarle por qué Él es el verdadero dueño de la Navidad: Hace mucho en Belén, una aldea, nació un niño fuera de serie más poderoso que Superman. Lo llamarían el Salvador. Todas las naciones se rinden ante Él. No necesita volar porque en Espíritu está en todas partes y al mismo tiempo. Ni el hombre de acero lo iguala. No necesita rayos X, Él puede estar dentro de ti y saber qué piensas y sientes. No necesita mirar fijamente un objeto para derretirlo, derrite dulcemente con su mirada a los hombres más duros y caen a sus pies. “¿Y Papá Noel?”, me interrumpió. Dije, él trae juguetes, Dios no.
Pregunté: ¿Qué regalos le pedirías a Papá Noel?, contestó, “un martillo, serrucho; quiero ser carpintero”. Le dije, ¡qué coincidencia, Jesús era carpintero! “También pediría un juego de médico, quiero ser doctor y salvar vidas”. Le comenté, Jesús también salva vidas, el cuerpo y alma. Agregó, “y me gustaría un camión de bomberos para apagar el fuego”. Respondí, Jesús salva del fuego eterno. Llegó el momento cumbre: “Papá, quiero conocer a Jesús y ser como Él”.
Lo demás, podrán imaginárselo. A cada uno le corresponde presentar a Jesús a sus niños..., y a alguno que otro grande. (O)
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Roberto Montalván Morla, músico, Guayaquil