Nuestro invitado
Es hora de que muchos nos demos un baño de verdad. El Ecuador durante los últimos catorce años ha estado en manos de corruptos, incompetentes y miembros de organizaciones criminales, porque la gente honesta, preparada y de buenos principios se ha hecho a un lado de la vida política. Muchos le hemos dado la espalda al país.
Hemos tenido que conocer, consternarnos e indignarnos con la muerte de nuestro querido Efraín Ruales para darnos cuenta de que, en los últimos catorce años, los gobiernos dieron luz verde para que los delincuentes se tomen las calles y las mafias hagan y deshagan a su antojo. Lamentablemente este tipo de desgracia no sólo le pasó a Efraín, pues los ecuatorianos, especialmente los más pobres, lo viven y sufren a diario. Muchas vidas humanas se pierden producto del hampa. Sin perjuicio de ello, seguimos siendo indiferentes, pues, “afortunadamente”, a nosotros no nos ha pasado.
Es un hecho que la palabra justicia en el Ecuador empieza con la sílaba IN, pues en los últimos catorce años el Ejecutivo se encargó de poner muchos jueces y funcionarios judiciales serviles al correísmo cuyas prioridades siempre han sido la voluntad de sus “superiores” o el valor del dinero antes que el derecho y la justicia. En relación a esto, hemos conocido casos como el Roberto Malta, el general Jorge Gabela, Fausto Valdivieso, entre otros, en los que se han puesto trabas para conocer la verdad de los hechos, y así dejar en la impunidad a sus responsables. Y, sin perjuicio del sufrimiento de las familias, lamentablemente, como sociedad muchos hemos sido indiferentes.
A través de un informe de la denominada “Mesa de la Verdad y la Justicia” del Consejo de la Judicatura pudimos conocer que en el periodo del 2007 al 2017 se utilizó a la Función Judicial e instituciones del Estado, como la Senain, UAFE, Secom, entre otras, como herramientas de persecución política a favor del Ejecutivo, con el ánimo de generar procesos penales ilegales contra todo aquel que criticaba o desenmascaraba la corrupción del círculo de Correa, sean estos periodistas, medios de comunicación, defensores de derechos humanos, activistas, empresarios y civiles, entre estos Emilio Palacio, Fernando Villavicencio, Juan Carlos Calderón, Christian Zurita, Diario EL UNIVERSO, los 10 de Luluncoto, 3 de Cotopaxi, Mercedes Escobar, Cedatos, Alejandra Cevallos, Carolina Astudillo, entre otros. Inclusive tuvieron la desfachatez de hackear y manipular correos electrónicos, cometer fraudes ante la Interpol con el afán de levantar alertas rojas fraudulentas y engañar a las embajadas como la de Estados Unidos de América para generar revocatorias de visas. Y, por otro lado, sin perjuicio de escándalos de corrupción se utilizó a la (in)justicia para dejar impunes a los corruptos del gobierno. Se destruyó la vida de muchos inocentes y se permitió la impunidad a los corruptos cercanos al gobierno. A pesar de lo indignante que pueden ser estas líneas, siempre ha reinado la indiferencia de la mayoría.
Se permitió el ingreso, asentamiento y desarrollo del narcotráfico como nunca antes en la historia de nuestro país. Para ello se expulsó a los Estados Unidos de América de la base de Manta, se construyeron rutas para impulsar la comercialización de la droga y se ha permitido que grandes carteles tengan sus bases operativas. Todo esto sumando a la autorización de una tabla de consumo de drogas, siendo los más perjudicados los niños y los jóvenes cuyo futuro ha sido arrebatado a punta de este veneno. Pocos han luchado contra esto.
Se han llevado nuestro país en peso, y como pocos o nadie reclamaba, los socialistas del siglo XXI junto a sus adeptos se sintieron con total libertad para despilfarrar mil quinientos millones de dólares en un movimiento de tierra bajo el cuento de la famosa Refinería del Pacífico, llenaron sus bolsillos a través de empresas corruptas como Odebretch y Petroecuador, levantaron supuestas “mega obras” con sobreprecio que hoy se caen en pedazos, destruyeron el IESS sin importarles los ahorros de vida de sus depositantes, incautaron indebidamente empresas prósperas para llevárselas en peso y destruirlas, sin importarles las decenas de miles de familias que se quedaron sin empleo, de forma inmoral se robaron el dinero del terremoto para la reconstrucción de Manabí y Esmeraldas, repartieron los hospitales, se aprovecharon de la desgracias de la pandemia para robar, nos tienen endeudados con China con intereses de usura, etcétera. Y, mientras todos esto pasaba, la gran pregunta que debemos formularnos es ¿qué hicimos para evitarlo?
Hoy, callar y ser inactivos nos hace cómplices de la corrupción y de las mafias del socialismo del siglo XXI, que pretenden seguir controlando este país, mediante la implantación de una ideología caduca que slo puede conducirnos a convertirnos en un nuevo Venezuela. Somos un país maravilloso, pero hemos permitido que se convierta en el gran botín de cínicos, ladrones e inmorales. Como sociedad, es hora de ser valientes y luchar por un país de bien, de oportunidades, valores, libertad y seguridad para todos. Es hora de tener un compromiso radical de encaminarnos a luchar por un mejor futuro para todos y no dar espacio ni oportunidad para que las mafias sigan cometiendo sus fechorías.
¡No a la indiferencia! (O)