Médicos de hospitales públicos y de clínicas privadas dicen por la televisión que tienen enfermos de COVID-19 y no hay camas para tantos contagiados en las salas de cuidados intensivos, aconsejan al pueblo quedarse en la casa, no salir a reuniones.
Por otro lado, las familias por cualquier cosa –ya pasó el feriado de diciembre– hacen reuniones, fiestas de cumpleaños, matrimonios, bautizos, etc. Esa gente se engaña que toma las medidas de bioseguridad en las reuniones; dado que más les importa la reunión social que la muerte: ponen mesas con 2 metros de distancia en patios, o en salas con aire acondicionado, dan a los invitados mascarillas, gel, contratan personas que toman las temperaturas con termómetros, echan alcohol a los que van a entrar a la fiesta. Conversan, comen, bailan, brindan, se toman fotos, se sientan, juntos; están en el mismo ambiente. Se van a sus casas y en dos días están con COVID-19, han contagiado a los hijos, nietos, empleados, choferes, vecinos, etc. Los que tienen plata van a clínicas caras o tienen al médico que los atiende en la casa; los pobres contagiados van a hospitales y los entuban. Muchos por el Día de Reyes se reunirán en la tarde el día de hoy en las casas, con amigos, parientes, vecinos. No podrán usar mascarillas dado que van a comer la rosca y tomar chocolate. La desobediencia no termina en chicos y viejos. (O)
Joselo W. Jaime, avenida Samborondón