Al final del 2019, el Dr. Li Wenliang advertía la presencia de enfermos con neumonías graves que sucumbían sin diagnóstico. Tenía 34 años, era un oftalmólogo curioso que hizo su trabajo pese reprimendas policiales y censura de autoridades hasta que falleció con COVID-19. Li es un símbolo de algunas tragedias que trajo la pandemia: desconcierto, maltrato, injusticia y desastre sanitario que lleva ya casi 2 millones de muertos, entre ellos, una de cada seis personas que trabajan en salud. Este tiempo nos ha mostrado quiénes somos desde nuestros miedos, reveló mezquindades y también mostró excepcionalidades heroicas de médicos, enfermeras y tantos más. Cantamos Resistiré y acá estamos.

Si la pandemia de 1917 fue la puerta al mejor tratamiento de la influenza con especial aprendizaje en manejo de equipos respiradores y protección de infecciones aéreas, la de ahora dejará múltiples avances en medicina, especialmente en inmunología, con más gente ávida de conocerlas.

Muchos periodistas buscaron a profesionales y académicos para comprender la información que miles de artículos científicos producían. Sí hubo errores, pero la mayoría aprende y corrige aumentando en el proceso la confianza en la ciencia, la apreciación por su generación y difusión. Hemos visto a miles de personas formarse al leer estadística, epidemiología, hablar de bioseguridad, anticuerpos y tipos de inmunidad con la soltura que requiere la medicina para combatir a los farsantes y a los mal agüeros siempre refugiados en los intereses de pseudocientíficos y conspiranoicos. Miles ahora cuestionan mensajes con mala información para evitar enviar noticias falsas, conseguir más discernimiento y análisis crítico, otro avance del 2020. Hoy compartimos más medicina basada en evidencia y paciencia para desgranar los bulos. Así entendemos que entre las razones principales para la creación de las vacunas en tiempo récord están la colaboración de academia con industria, la disposición de recursos económicos nunca antes vistos para facilitar la investigación y desarrollo de terapias preventivas y curativas, sobre todo financiar el reclutamiento de voluntarios y estudio en cada fase de ensayos clínicos para tener resultados en apenas meses. Esto abre la puerta a nuevos descubrimientos que traerán vacunas contra infecciones que ya deberíamos prevenir (¡VIH!) y dan luz a tratamientos de enfermedades crónicas, como las autoinmunes y cánceres.

El 2020 fue el peor año en un siglo para Latinoamérica. El virus reveló que la inequidad agrava todas las desgracias. Hoy vemos con esperanza que cada mes será mejor que el anterior al conseguir bajar los contagios, mejorar la situación sanitaria para con ello empezar a salir de las crisis económicas, políticas y sociales. Al iniciar el año nos quedan las imágenes en redes sociales de niños ecuatorianos, como Anthony poniéndose él y su perrito sendas mascarillas para hacer mandados o Juanito avisando a su maestra que entregará los deberes tarde porque su cuchi está pariendo. Niños que crecen responsables y alertas a su entorno, ojalá como ejemplo de cariño a un país que debe encontrar la salida a la normalización de la violencia y corrupción a todo nivel. Mientras, demos gracias a la vida. (O)