Te pedimos, naturaleza, tu noble perdón por enmugrecer tu cielo azul, engrasar tus ríos y lagos, mancillar campos y nevados, embadurnar los mares, percudir el oxígeno del aire, usurpar la lluvia que nos das, despojar el brillo del sol y deslucir la mirada de la luna.
Saquear tu noble suelo, depredar tus entrañas por rapiñas de buitres o ambiciosos codiciosos insaciables, avarientos acumuladores de fortunas, egoístas sin piedad. No conocen la ayuda, el amparo, auxilio ni la caridad para sus congéneres.
Batallaremos y resistiremos al virus –COVID-19–, ya conocemos su origen, su imagen, su periplo y su fortaleza, sus debilidades, su ruta sanguínea, sus asentamientos, sus agresiones y mutaciones, sus escapes y defensas. Somos guerreros del Señor, creados para poblar la tierra con inteligencia y amor, ahora habitantes habitados, perdiendo batallas pero nunca la guerra. La guerra que concluirá con la vacuna universal que ya está circulando será la sepultura del virus y la victoria del linaje humano que ahora cuidará y respetará la naturaleza. Apocalipsis: 11-18: “Y se airaron las naciones y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y destruir a los que destruyen la tierra”. (O)
Guillermo Álvarez Domínguez, doctor en Medicina, Quito