Cada día es un auténtico desafío con nosotros mismos, tratando de vigorizar la capacidad de asimilar tantas noticias y comentarios que llenan el alma de tristeza. Enterarnos de familiares, amigos o conocidos que están sufriendo quebrantos en su salud y otros que inesperadamente rindieron tributo a la vida.
Ya nuestro ánimo se va templando con fe. Hemos llegado a un punto de sabernos cercanos, pues estamos unidos por un mismo sentimiento, una misma esperanza. La salud es nuestro patrimonio mayor y hay que cuidarlo con responsabilidad y dedicación. No dejarnos llevar por falsas emociones que nos empujan a caer en la indisciplina y poner en serio peligro la vida de nuestros seres queridos. En esta incertidumbre de no saber hacia dónde ir, nos queda como íntimo recurso espiritual pensar no desmayar en el intento de continuar viviendo. Estamos en un nuevo año y es preciso cargarnos de máxima energía positiva para hacer realidad nuestros proyectos más acariciados. No todo está perdido, tenemos el regalo más preciado que es la vida y debemos aprovechar nuestras potencialidades humanas. No somos los mismos del año anterior, aquello ya pasó, quedó archivado.
Hoy nos toca mirar la vida con una visión acorde con la presente realidad, nuevas experiencias que transformarán nuestra manera de pensar y actuar. Estamos en la sana obligación de plantear una reingeniería humana. Diseñar un plan estratégico fundamentado en la administración de la escasez. No gastar ni consumir más de lo necesario. Evitar el desperdicio. Tratar de ahorrar, aunque sea un poquito. Mantener el hogar con saludables cuidados. Erradicar los miedos. Orientar nuestras capacidades al desarrollo de la verdadera espiritualidad y seguridad. Centremos nuestros mejores esfuerzos en la sanación; sana acción. ¡Venturoso 2021! (O)
Fernando Héctor Naranjo Villacís, licenciado en Ciencias de la Información, Guayaquil