Muchos hacen propósitos cuando empieza un año y confían en que las cosas pueden mejorar. Soy escéptico. El simple cambio de fecha no cambia nada. Tal como están las cosas no hay lugar para grandes esperanzas. Veo en la política nacional las mismas caras desde hace lustros y ninguna corresponde a la de un taumaturgo. Seguiremos con los problemas económicos, con las grandes carencias casi imposibles de remediar. Al contrario, algunas propuestas son insensatas como esa de la renta universal o la de incrementar el salario básico, como si el dinero surgiera de la nada. Somos tan ingenuos que para ser candidato no se requiere tener probidad probada sino solo ser inocente, todavía, de algún delito cometido. Veremos repetirse el fenómeno de Argentina con una muy alta autoridad. Me preocupa ver en los medios rostros de políticos de miradas torvas, llenas de odio de clases o de razas, y que la gente ya piensa en elegir “al menos malo”, no al mejor. Pero esto tampoco es nuevo.

Es bueno recordar a los jóvenes nacidos en este siglo que tenemos al dólar estadounidense como nuestra moneda, por el fracaso de las políticas monetarias que asesinaron al sucre en los últimos años del siglo anterior: una combinación de factores nefastos, humanos y naturales, obligaron al presidente Mahuad a dolarizar el país, medida que confirmó su sucesor, el presidente Gustavo Noboa, para bien del país.

Antes de esta decisión tan acertada, los ecuatorianos sufríamos por la indetenible subida de los precios de la comida y de todo, casi a diario. No había cómo vivir. El sucre perdía a diario su poder adquisitivo y los pobres sufrían. Más quienes tenían sueldos fijos. La gente joven no ha sufrido estos problemas, porque tenemos el dólar, una moneda sólida que sirve como ahorro mundial y que mantiene los precios sin deterioro.

Es por tal razón que no podemos aceptar que, a propósito de regalar bonos o sueldos, se atente contra la dolarización. Todo egreso fiscal que no tenga el ingreso adecuado y proporcional atenta contra el bienestar de todos y más que nada de aquellos a quienes se pretende beneficiar.

Las personas dignas no quieren vivir de limosnas ni dádivas. Les gusta ganar el pan con sus propios esfuerzos. Rechacemos estos ofrecimientos demagógicos que al final nos hacen daño y de aplicarse, nos llevarán al caos. Ya estamos cerca. Votemos por candidatos serios, respaldados por una vida honrada, que tengan equipos de técnicos capaces y patriotas, también honestos. Tenemos que poner a los valores cívicos y a la probidad en el primer lugar de las exigencias. Probidad no solo es ser honrado sino también tener competencia para lo que se pretende realizar. Es la honradez intelectual. Los improvisados no nos sirven, tenemos que elegir a personas cuya capacidad ya haya sido probada en la función pública. Las cosas no están para novatos, para gente sin equipo de formación y conocimientos suficientes. Se requiere de alguien que pueda conducirnos a sobrevivir de las temibles pestes que nos asuelan. Tantas veces nos hemos equivocado, eligiendo a indignos y faltos de capacidad, que debemos tener miedo a errar otra vez. Elijamos bien. (O)