Estos días estaremos con la ansiedad, e incluso la necesidad, de ver a nuestros seres queridos. Puede ser un pariente lejano al que solo vemos en época de fiestas, o los abuelos de nuestros hijos, a quienes antes se veía asiduamente. Unos necesitarán ayuda; otros, solo cariño. Pero la verdad es que simplemente es una mala idea. Nuestro país no tiene suficientes datos sobre la transmisión del virus que produce COVID-19, y eso significa que cada vez que salimos jugamos a la lotería.

Aun los países que dejaron libre a la población, como Suecia, claramente no han alcanzado inmunidad de rebaño. Tanto así que estas Navidades el Gobierno sueco aplicará leyes más estrictas que antes, pues los contagios continúan y la tentación de reunirse durante estas fiestas es grande. Después de resistirse a recomendar el uso de máscaras desde el inicio de la pandemia, incluso está planificado que los choferes entreguen máscaras a los usuarios de transporte público.

Hay zonas de Ecuador que tienen bastante apego a las máscaras y, si los expertos internacionales están en lo correcto, esto podría haber mitigado la transmisión de SARS-CoV-2. Pero el índice de movilidad de Google muestra que cada vez transitamos más fuera de casa y, por tanto, ni la máscara nos puede ayudar, pues no todos la usan, ni hay la suficiente distancia física para que sea una barrera adecuada. Eso incluye a los irresponsables políticos en campaña, uno de las cuales ya contrajo el virus.

La soledad está provocando estragos alrededor del mundo, por lo que muchos considerarán que es importante reunirse, visitar a alguien o recibir visitas. El problema es que la persona que usted visite habrá estado en contacto con otras, lo que multiplica la posibilidad de contraer el virus. Es decir, uno no se reúne solo con los cuatro familiares que se juntaron para celebrar la Navidad o el año nuevo, sino también con todas las personas con las que ellos han estado en contacto en las últimas semanas.

Los humanos, y por tanto los ecuatorianos, somos gente creativa. Podemos encontrar muchas maneras de demostrar y recibir afecto. Llamen y manden mensajes, pero traten de no salir de la casa lo más posible y, sobre todo, no se reúnan puertas adentro en casa propia o ajena. Si no pueden evitarlo, no se saquen la máscara. Si lo hacen para comer, háganlo en un lugar ventilado y guarden una distancia física adecuada. Es grande la tentación de ir a comprar regalos, especialmente para los pequeños de la familia; pero, repito, más vale que la magia de la Navidad perdure a que esta sea la última para quienes puedan tener mayor riesgo de sufrir un severo impacto.

Me habría gustado que trabajemos como país, por ejemplo, desde las mismas instituciones educativas en crear las condiciones para enfrentar con éxito el último trecho de COVID-19 sin vacuna. Pero la presión por completar un currículo insulso, que no va a evitar el rezago de la mayoría, lo impidió. Al menos nosotros hagamos el esfuerzo de mantenernos lejos, aunque no lejanos, y esperemos que instituciones públicas y privadas den el apoyo moral suficiente a sus empleados y familias para que esto continúe así. (O)