Utilicé los servicios de un taxi amarillo, a las pocas cuadras de recorrido el conductor comenta: “Mire el abuso de estos policías metropolitanos, cómo le impiden que ese señor venda y le retiran su charol de comida; él tiene derecho a ganarse la vida honradamente”.
Siguiendo el viaje, a nuestro lado se puso otro vehículo. Pregunté al taxista si estaba de acuerdo con que los taxistas piratas sean su competencia; en forma airada respondió que jamás, y dentro de sus argumentos expresó que él era conductor profesional, hizo un curso para ser taxista, pagó dinero para pertenecer a la cooperativa y que el pirata no tiene acreditación. Le respondí que estaba de acuerdo con su forma de pensar, pero que según su criterio, tiene derecho a trabajar. Luego le hice otra pregunta, si estaba de acuerdo que junto a su casa pongan un centro nocturno de diversión, ni lo pensó, respondió que no, y le dije pero tienen derecho a trabajar.
Unos de los grandes problemas urbanos de Guayaquil es la ocupación del espacio público como son sus aceras, por vendedores ambulantes de comidas, de drogas y por prostitución; cito el área comprendida parque Centenario, calles Vélez, 6 de Marzo, Luque; si usted pasa por el edificio El Forum, su vereda está ocupada por vendedores de frutas, cigarrillos, mascarillas, comida, accesorios de celulares, por betuneros, y en cada poste encontramos señoritas vendiendo sus servicios sexuales; y todo esto porque existe el criterio que tienen derecho a trabajar. No hay autoridad que corrija este malestar. Felicito por el acuerdo temporal municipal con los vendedores ambulantes en la Bahía, están como debe ser, respetando las normas jurídicas. Todos tenemos derecho al trabajo, pero sometidos a un control, mantengamos el respeto y tendremos un Guayaquil hermoso. (O)
Miguel Arturo Bayona Triviño, doctor en Jurisprudencia, Guayaquil