Contribuir en la construcción del desarrollo social nos lleva a preguntarnos sobre la efectividad de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) u Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC), conocidas como Tercer Sector, en el mejoramiento progresivo del bienestar social, a través del ejercicio de la ciudadanía, la participación y la democracia; donde el Estado, la empresa y la sociedad crean sinergias sólidas, complementarias y sostenibles en torno al bien común.

Esta sinergia intersectorial, para que sea efectiva, debe basarse en la autonomía institucional y operativa de cada sector. La dependencia de financiamiento público y privado del Tercer Sector coloca a las organizaciones sin ánimo de lucro en una posición asistencial y subsidiaria, determinada por demandas sociales que el Estado no logra cubrir o bien por la inconsistencia filantrópica de las empresas, donde el nivel de respuesta del esfuerzo social de estas organizaciones termina siendo reactivo, recursivo e insostenible. Un esfuerzo que además se diluye al ser un sector altamente fragmentado.

El cambio de una mentalidad asistencial de dependencia por una mentalidad de innovación social accionable y rentable nos desafía a explorar un nuevo modelo de organización que crea solvencia económica a través de la búsqueda complementaria de nuevos sistemas de generación de ingresos; donde al perfil no lucrativo de las organizaciones civiles se integra un perfil de mercado que les permita tener flexibilidad para crear instrumentos de inversión social como créditos, participación accionaria o bonos de impacto social en los que se optimice el balance de riesgo, impacto y rentabilidad.

La necesaria transformación digital del Tercer Sector y su diversificación de canales de captación de fondos a través de crowdfundings (financiación colectiva en línea) impulsados por estrategias de fundraising (levantamiento de fondos en línea), nos plantean nuevas y dinámicas alternativas para crear fondos de capital privado para el bien social más allá de las fronteras locales; así como la posibilidad de digitalizar procesos dentro de la organización para identificar eficiencias, generar ahorros y sistematizar información de sus intervenciones sociales, que les permitiría ganar precisión y agilidad de respuesta en su acción solidaria.

El Estado deberá demostrar agilidad y flexibilidad en el marco regulatorio, que incorpore un sistema de gobernanza y rendición de cuentas en los nuevos alcances de las organizaciones civiles para fortalecer su legitimidad; y las empresas, al integrar la filantropía en su estrategia de negocio deberán evolucionar su posición de simples donantes a inversores sociales responsables.

La innovación social en el Tercer Sector es crítica para identificar nuevos enfoques en la resolución de las demandas sociales. Integrar el factor solidaridad en el desarrollo sostenible reclama un liderazgo social que maximice su espíritu humanitario como fuerza de influencia y tracción entre el Estado, la empresa y la sociedad, donde el bienestar debe ser un objetivo escalable, porque ante la vulnerabilidad social todo esfuerzo es insuficiente. (O)