Si alguien compite con la Asamblea Nacional por el premio a la mala imagen, esas son las empresas encuestadoras. Desde hace varios años, mucha gente ha perdido la confianza que alguna vez tuvo en ellas. Los errores sobre preferencias electorales son imperdonables y en algunos casos se deben a la vinculación con candidaturas a las que equivocadamente creen favorecer con el acomodo de los datos. Pero también hay una errada comprensión de los usuarios que asignan a esos instrumentos el carácter de instrumentos mágicos que, con precisión de decimales, anuncian el futuro. Por ello, hay que escuchar a los encuestadores serios –que los hay– cuando señalan que solamente son fotos del momento y que pueden cambiar en la próxima media hora.

Algunas de esas fotos (como las de MKT, Clima Social, Cedatos y Focus) ya las recogen los medios y circulan por las redes, a pesar de que aún no termina la inscripción de las candidaturas y los futuros electores están más preocupados de sobrevivir a la pandemia. Todas (excepto una divulgada por la campaña de Álvaro Noboa y que no cabe considerarla) sitúan a Andrés Arauz, Guillermo Lasso y Yaku Pérez a la cabeza de la carrera, bastante alejados de los otros trece. Pero esa posición no es motivo para que se pongan a festejar, ya que los dos primeros –que están prácticamente empatados dentro del margen de error– apenas bordean el veinte por ciento y el tercero no llega al quince. Por sí solo, ese dato dice mucho respecto a la situación general y a lo que puede pasar hasta la elección.

En primer lugar, ninguno de ellos cuenta hasta ahora con el apoyo mayoritario que permita asegurar que ya hay una tendencia clara. Por tanto, es muy alto el riesgo de ser alcanzados por uno de los que actualmente aparecen muy rezagados. Ya ha pasado eso en varias elecciones anteriores y nada asegura que no vuelva a ocurrir en esta.

Por otra parte, si se compara esta intención de voto con la votación que obtuvieron las respectivas tendencias en la primera vuelta de 2017, se hace evidente la escasa solidez de las candidaturas. Andrés Arauz está entre quince y veinte puntos por debajo de lo que obtuvo Lenín Moreno. Guillermo Lasso aparece con ocho o diez puntos menos que su propia votación de aquel año. El único que presenta un relativo avance es Yaku Pérez, que supera en un promedio de tres puntos a la votación que obtuvo Paco Moncayo (que podría considerarse como su electorado).

Por último, si se llega con esas cifras a la elección tendremos una segunda vuelta entre dos opciones que no suman ni la mitad de los electores. Eso determinaría que, al surgir de una bajísima votación propia (sabemos que la de la segunda vuelta es mayoritariamente por el mal menor o en contra del otro), el próximo presidente tendría escasa legitimidad y contaría con pocos recursos para obtener apoyo social y político. Es algo que también ya vivimos cuando fue elegido Lucio Gutiérrez y conocemos los problemas que arrastró a lo largo de todo su gobierno. Obviamente, en el mes y medio que queda hasta la elección podremos mirar decenas de fotos diferentes, aunque muchas estén desenfocadas por error o por voluntad. (O)