Si alguien compite con la Asamblea Nacional por el premio a la mala imagen, esas son las empresas encuestadoras. Desde hace varios años, mucha gente ha perdido la confianza que alguna vez tuvo en ellas. Los errores sobre preferencias electorales son imperdonables y en algunos casos se deben a la vinculación con candidaturas a las que equivocadamente creen favorecer con el acomodo de los datos. Pero también hay una errada comprensión de los usuarios que asignan a esos instrumentos el carácter de instrumentos mágicos que, con precisión de decimales, anuncian el futuro. Por ello, hay que escuchar a los encuestadores serios –que los hay– cuando señalan que solamente son fotos del momento y que pueden cambiar en la próxima media hora.