Desde estudiantes en Medicina, nuestros profesores piden que participemos en la discusión de cada clase, opinemos sobre casos y que inclusive, ojalá, nos equivoquemos. El yerro en el aula es mejor que en el examen y este a su vez evitará su repetición en el paciente. Un profesional de salud está expuesto a error, pero aprende a reconocerlos, admitirlos y de esa manera causar menos daño. Cuanto mejor es el sistema de salud, sus profesionales más dispuestos están a mostrar sus errores y con ello enseñar/aprender como equipo médico, sin penalización, con afán de mejorar la calidad del servicio.

Los políticos por excepción admiten errores y mucho menos ofrecen disculpas. Eso crea la paradoja de tener médicos que por sus afinidades políticas al llegar a posiciones de autoridad se alejan de lo que es connatural a su oficio: ser cautelosos, reflexivos y críticos de sus acciones. Es triste ver al ministro de Salud y otras autoridades dando información no comprobada hasta llegar a ofender a sus colegas por un poco de imagen o (malas) relaciones públicas.

Durante la pandemia se han cometido errores en todo el planeta. Los mejores sistemas de salud han señalado los pasos en falso y los corrigen. Todos aprendemos cada día a pesar de las crisis, por eso hoy sabemos cómo prevenir, diagnosticar y mejorar el tratamiento del virus.

Cuando el ministro de Salud repite que los médicos fueron quienes llevaron el virus a los hospitales, recibe el reclamo general. En lugar de disculparse, pretende explicar y empeora su desatino. El contexto: protestas de personal de hospitales pidiendo equipo de protección. Algunos, de inicio, le dimos el beneficio de la duda pensando que su expresión era fruto de un error al escoger las palabras. ¿Tal vez quiso decir contagio comunitario? Como aquel que ocurrió en Guayaquil en marzo y mayo… pero él aclaró que fueron las reuniones sociales. Inmediatamente se le solicitaron datos que probaran su tesis, pero evidentemente no puede proporcionar lo que no existe.

Si tratamos de comprender al político (no al médico), vemos desde el inicio de la pandemia un hombre y gobierno diciendo frases para disminuir la gravedad de la situación, tal vez por culpa (de tantos gobiernos) ante el pésimo sistema sanitario que existe. Se dijo que la mitad de la población quiteña estaba ya contagiada en mayo, la guayaquileña aun antes, sin evidencia científica alguna. Que Ecuador es ejemplo de manejo cuando tiene la quinta tasa más alta de mortalidad por millón de habitantes, el segundo país de más exceso de muertes con relación al año anterior y el segundo peor en hacer pruebas diagnósticas de Latinoamérica. Todos datos que muestran que el resultado de Ecuador en la pandemia es de los peores del mundo. No hay evidencia para probar lo contrario, pero no importa. ¿O sí?

Desde jóvenes debemos aprender a desinflar la arrogancia que caracteriza a la profesión que pretende curar y desafiar el destino de nuestros pacientes. Decir la verdad, reconocer nuestros límites e ignorancia nos hace mejores médicos aunque seamos malos políticos. Eso es el mínimo de responsabilidad y transparencia que esperamos del Ministerio de Salud. (O)