Hace dos días hemos “celebrado” el décimo aniversario del 30-S, fecha que ha pasado a la historia como uno de los episodios más oscuros y vergonzosos de nuestra historia nacional. Recordémoslo exactamente por lo que fue: una maniobra oportunista, donde aprovechando una revuelta policial Rafael Correa manipuló los eventos para intentar erigirse como un “héroe nacional” que venció un inexistente golpe de Estado y un intento de magnicidio aún más ficticio. El teatro montado por el correísmo le salió caro al Ecuador: 5 personas perdieron la vida ese fatídico día, 274 fueron heridas y 531 fueron procesadas por la Fiscalía, de las cuales 109 fueron sentenciadas, algunas recibiendo penas de hasta 12 años de prisión. Todo eso sin contar los millonarios gastos en propaganda y campañas de desinformación después del incidente, los cuales naturalmente provinieron de los recursos públicos que les pertenecen a todos los ecuatorianos. Diez años después, la oscuridad alrededor del 30 de septiembre sigue sin disiparse, y varias preguntas no han sido aún contestadas.

Recordar los eventos del 30-S, al igual que todos los abusos y atropellos realizados por el correísmo, es un ejercicio necesario, pues estos episodios no deben desvanecerse de la conciencia nacional. La fragilidad de la memoria humana es el peligro más grande para la justicia, y el aliado más formidable de quienes han atentado contra la libertad e integridad de la humanidad. Olvidar los abusos es abrir la puerta para que el pasado se repita. Un pueblo que olvida es un pueblo sin dignidad. Un pueblo que olvida es un pueblo esclavo.

No nos olvidemos del fiasco de la Refinería del Pacífico. No nos olvidemos de los 10 de Luluncoto. No nos olvidemos del cierre del diario Hoy. No nos olvidemos de la persecución a Galo Lara. No nos olvidemos del asesinado de Jorge Gabela. No nos olvidemos del secuestro de Fernando Balda. No nos olvidemos del caso ‘El Universo’. No nos olvidemos del saqueo a la seguridad social. No nos olvidemos de tantos otros vergonzosos incidentes perpetrados por la dictadura. No nos olvidemos de todas las mentiras, los escándalos, atropellos y abusos de poder que caracterizaron a los diez años del correísmo. No nos olvidemos del Gobierno que habiendo tenido una bonanza petrolera nunca antes vista ha dejado a un país quebrado y vendido a China.

La obra El libro negro del comunismo, escrita por un colectivo de académicos en 1997, es una meticulosa recopilación de todas las atrocidades cometidas a través de la historia y alrededor del mundo en nombre de esa ideología. Algo similar debe escribirse acerca del correísmo. Una enciclopedia definitiva que recopile cada insulto, cada mentira, cada robo y cada persecución perpetrada durante diez años de dictadura. Un testimonio para que generaciones futuras no olviden cómo una banda de déspotas y delincuentes secuestró a nuestro país e intentó adueñarse de nuestro futuro. Un ‘Libro negro del correísmo’ que nos ayude a recordar todo lo sucedido no solo para la infamia de los corruptos, sino para no tener que volver a lamentar otra década perdida.

Un pueblo que olvida es un pueblo esclavo. (O)