Dicen que son perseguidos políticos, que la justicia está politizada, que ellos son inocentes de todo cargo, que los jueces los han condenado sin pruebas. Dicen que se han violado sus derechos humanos, que no han tenido oportunidad de defenderse. Que acudirán a las cortes internacionales porque aquí en el Ecuador no hay justicia. Eso dicen. Pobrecitos. Da pena de verlos perseguidos. Además, están chiros. ¿Cómo pagarán los caros abogados?

Muchos de los jóvenes que votarán en las próximas elecciones, cuando se inició el gobierno de Correa tenían seis años y pueden caer en la trampa de los lamentos y sentir hasta un poco de compasión por esos angelitos de Dios, tan honrados. Lo que estos callan es que usaron el poder para apoderarse de cientos de millones de dólares, crearon una eficiente red delictiva que inflaba el costo de las obras públicas, algunas mal hechas. Los sobreprecios se los repartían entre los amigotes del Gobierno y los contratistas amañados. Por alguna parte lo tienen bien guardado y hace falta que el Gobierno contrate investigadores imaginativos y honrados, que los hay, para que aparezca y se recupere el botín de esa mafia de ladrones.

Cuando un juez aplica imparcialmente la ley, está haciendo justicia y también política de la buena. En la administración del Estado moderno, el poder político se ejerce por medio de las tres principales funciones. La Función Judicial tiene un poder que no es menor al del Legislativo que crea la ley y el del Ejecutivo que la hace cumplir. Los tres poderes que pensó Montesquieu forman la organización de la república que se aplica en el mundo desde finales del siglo XVIII, el de las luces. De manera que es imposible desconocer que, en el fondo, toda justicia es política en el buen sentido que tiene, esto es la ciencia y el arte del poder. Los jueces imponen penas a quienes violan las normas de convivencia social. A quienes adecuan su conducta a lo que definen las leyes penales como delitos o contravenciones. Bien entendido que hay preceptos que impiden que el Estado abuse del poder y respete los derechos de las personas. Por lo cual, siempre hay que exigir la separación de poderes que se controlen entre sí.

Dicen que todo ladrón juzga según su condición. El expresidente Correa dijo públicamente que metía sus manos en la justicia. Cuando tuvo el poder para despilfarrar nuestro dinero, también lo usó para perseguir a sus detractores. El proceso penal contra Diario EL UNIVERSO es una muestra palpable. Le dieron redactando una sentencia a un juez paniaguado para condenar a los directivos de este Diario y fijar una indemnización absurda de 80 millones de dólares por daño moral. El honor de los delincuentes no tiene precio. Porque no tienen honor.

La sentencia condenatoria está en firme. Los periodistas Villavicencio y Zurita que iniciaron las averiguaciones, la Fiscalía encabezada por la dama Diana Salazar, la jueza Daniela Camacho y los jueces de las tres instancias, merecen bien de la patria.

La olla putrefacta recién se ha destapado. Falta mucho todavía, pero es urgente procesar a los otros culpables y recuperar el dinero robado. ¡Tamaña tarea! (O)